Grupos, subjetividad e institución en los sectores populares ( Andres Leiva G.)

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Horacio Foladori en su libro Grupo Operativo Deformación[3], dirá “los grupos se oponen a la institución”, esto en tanto, los grupos se configuran como lugares libres donde la palabra circula, permitiendo la crítica de las relaciones instituidas. La institución estaría orientada a reprimir y alienar esa palabra.

La experiencia a la que hoy remito, habla de esa palabra que se rescata de su lugar de exclusión institucional, y que es reapropiada por los sujetos.

La Población La Legua

Hace tiempo ya, cuando trabajamos como psicólogos en el consultorio de la Legua, se nos ocurrió hacer un grupo; para nosotros el fuerte trabajo al interior de los Box, nos permitió pensar que gran parte de los relatos de los Legüinos, estaban teñidos de vinculaciones de carácter ideológico cultural que se reproducían históricamente, a partir del modo de vida que se hacia patente en la convivencia de la población.

Para nosotros el formato grupal (producto de nuestra relación con la formación en grupos operativos), nos permitiría montar un dispositivo donde los Legüinos intentaran una creación de sentido, posible de cuestionar esas vinculaciones que parecían instituidas al interior de la población.

Nuestra idea de intervención comunitaria, intentaba una coherencia de esta, con las problemáticas de la población que escuchábamos, con el objetivo de poder potenciar la conciencia de los sujetos, sobre las determinaciones sociales inconscientes que estaban a la base del malestar explicitado.

El formato grupal, permitía por un lado hablar de eso que sólo se podía hablar en los Box y que no se habla en el espacio comunitario, con todas las consecuencias político- técnicas que pueda desprenderse de ello, ya sea un cierto posicionamiento sobre las condiciones de la vida en la legua, y una cierta terapéutica.

Lo instituido

Para el modelo de atención primaria en el cual nos enmarcábamos, toda problemática de malestar depende de un factor biológico médico, que supedita a su saber, cualquier otra forma de acercamiento a los sujetos y su malestar. Este modelo actúa validado por un cierto orden social que establece las diferencias de saberes, esto es, validando una forma de dar cuenta de lo enfermopor lo que desde afuera se ve sobre el fenómeno, no dejando espacio para lo que pueda escucharse, en relación sobre el mismo.

Esta forma de ver sobre el fenómeno, es una forma de trabajo que reproduce factores de dominación, en tanto no permite que el “enfermo” mismo se pronuncie sobre lo que el sabe de su malestar; este modelo es, si se quiere, al menos una paradoja, “usted se enferma por culpa suya y se cura por culpa nuestra”.

Horacio Foladori en su articulo sobre ¿Que Psicología elegir? [4], plantea la discusión sobre las visiones que sostienen una distancia entre el objeto y el sujeto de estudio, planteando como una interrogante ética la idea de que en esta concepción, el sujeto investigador o interventor, ejerce un cierto poder sobre el sujeto que se estudia o interviene. En este artículo Foladori plantea el ejemplo de la prepotencia médica en su operar característico, que para nosotros se traduce en la violencia que termina por negar al sujeto de atención, y que veíamos se reproducía como práctica profesional en el consultorio.

La idea que proponíamos a esto, como ya he dicho, era explicitar eso que aparecía en los Box, hacia una discusión comunitaria donde por una parte les devolviéramos a los sujetos sus problemáticas, es decir, desde un «tratamiento» que pudiera ser contenido y producido por los Legüinos, esperábamos que ellos pudieran hacerse cargo de gran parte de lo que ellos traían, y que el trabajo habitual del consultorio se empeñaba en dejar fuera del espacio social, ligándolo a patologías individuales.

El modelo instituido, se basaba en decir desde afuera eso que los Legüinos padecían; nosotros deseábamos levantar un discurso instituyente que se pronunciara escuchando lo que los Legüinos producían, en tanto producto de historizaciones, que terminaban por instituir un cierto orden social, en base a interpretaciones sobre los hechos de sus vidas en la legua.

Lo sexual

En torno al tema de los grupos quisiera referirme a ellos en términos del material que pudimos recabar, aunque de aquí en adelante gran parte de lo que presentaré es, como dijo alguien antes, pura especulación.

El grupo que tuvo mayor desarrollo en nuestra experiencia fue un grupo de mujeres, llamado por nosotros “Cariño malo”. Este grupo nos dio la posibilidad de aventurar un análisis más profundo, sobre las líneas de diferenciación de la subjetividad al interior de la población.

En este trabajo con mujeres pudimos evidenciar una identificación con lo materno cómo un elemento característico de relación, es decir, pensamos que gran parte de las mujeres consultantes en la legua se ven forzadas, en su tramitación de ansiedades de tipo infantil, a identificarse con una imagen ideal donde el ser madre se establece como una forma de subjetivación. Por decirlo de alguna manera las mujeres siguen una construcción de sentido donde en su realización adulta, se perpetua el rol de ser madre, como un cierto ideal del yo. Las mujeres reconocerían en sus historias compartidas un cierto sentido de su accionar, y tienden a buscar en su vida el acercamiento a este ideal. Así dentro de esta idea de lo materno, se reconocen como “dadoras de vida”, inmaculadas, en una relación que establece un cierto poder por sobre los hijos. Podemos decir que son en definitiva mujeres completas, completadas por los hijos.

Esta forma de subjetivación, nos llevo a escuchar, todo un “entramado subjetivo” en los relatos de las mujeres, que se expresaba en torno a diferentes coordenadas que aquí sólo enunciaré, estas son:

  1. En el caso de las mujeres, éstas interpretaban sus historias de niñas, como objeto de los deseos sexuales de los padres-hombres. Esto las sexualizaba rápidamente, debido a ser éste, el modo en que sus madres podían recibir favores del padre, vía la negación de éstas, de los abusos (tanto reales como fantaseados).
  2. Las mujeres desarrollaban un fuerte sentido de desprotección frente a sus propias madres en lo explícito, junto a un sentimiento de rabia y culpa, rabia por el abuso re-significado después en sus vidas, y culpa por ver involucrado su propio deseo en la relación incestuosa.
  3. La reproducción del vinculo permite entonces que los hombres en coherencia con este “entramado”, en sus historias infantiles se veían como objetos de deseo de la madre completándola.
  4. Los hombres por un lado, fomentaban una imagen de “Madre Intocable” como reminiscencia de haber sido soporte de la madre cuando ésta se veía agredida por el padre.
  5. Este rol de protector era perpetuado sobre sus mujeres en la vida adulta, pero al ser abandonados por la relación incestuosas con los hijos, éstos reaccionaban de manera violenta, escindiendo en un nivel explicito la madre totalizada como discurso social, y por otro lado la rabia hacia la mujer con deseo propio, que lo castra.
  6. Los hombres mantenían al menos tres formas de relación con la mujeres en la vida adulta, una que podría ser graficada en la frase de “si se tiene una madre en la casa se busca una mujer en la calle”. Otra donde vía la negación de sus mujeres de su condición de hombres, es decir, tratándolos como niños, se expresaba en que estos les hacían ver su condición de adultos de manera violenta. Y otra en la que el objeto sexual se traslada sobre las hijas, reproduciendo la dinámica de abuso de las mujeres, en la relación incestuosa a la base.

Lo político

Otro de los grupos, un grupo de mujeres que se unió en torno al trabajo del tejido, y que estaba compuesto en general por mujeres que “consultaban por todo”, rebasando los limites de la lógica médica, y que habían sido derivadas, un poco porque los médicos no sabían que hacer con ellas; con el trabajo de creación de sentido que el grupo permitía, comenzaron a tener un grado de autonomía y se vieron importantes cambios en sus modos de vida, con respecto a las condiciones con las cuales llegaron.

En éste grupo además de los contenidos sexuales ya expuestos más arriba, también aparecieron para su problematización, los eventos propios de la comunidad, como el trafico de drogas, y con ello las llamadas “mexicanas”, la cesantía y el problema del dinero fácil, la falta de medicamentos en el consultorio y las peleas de los dirigentes de la población, la desconfianza con el vecino, las estigmatizaciones que sufren los Legüinos por ellos mismos y por los otros, los recuerdos sobre el régimen militar y los grupos políticos al interior de la población, etc, es decir, todo una cantidad de relaciones sociales permanentemente negadas cómo parte de lo que se entiende como tema de la salud de la población, y que ellos reconocían como causa de su malestar.

Para nosotros todos éstos temas nos hablarán de lo que Castoriadis denomina institución, en tanto “red simbólica, socialmente sancionada, en la que se combinan, en proporción y relación variables, un componente funcional y un componente imaginario” [5] donde éste componente imaginario de una sociedad o de una época es lo que da a la funcionalidad de cada sistema institucional su orientación especifica, es decir, su sentido.

A partir de lo que Castoriadis propone, lo que las mujeres en la Legua traían al espacio grupal, es lo político como contenido, posibilitado por el trabajo grupal en tanto espacio para la interrogación de las normas que se instalan en las construcciones de sentido, determinadas por la convivencia en la población, y que al tener el estatuto de institución, no sólo uniría a la Legua, sino que también ésta determinaría las categorías con las que se dará cuenta de la realidad, otorgando grados de valor subjetivo, en tanto construcción de ideales compartidos a nivel inconsciente sobre lo sexual, y sobre el poder.

La Institución

Después de que el formato de trabajo grupal comenzó a hacer sentido en las mujeres, comenzamos a sentir la “curiosidad” de los trabajadores (desde la directora hasta el personal administrativo) sobre lo que se hablada en el espacio grupal, a esto nuestra respuesta sólo fue el silencio.

Esto originó diversos “síntomas” en la institución, si me permiten la expresión, entre estos están, a) Se volvieron frecuentes los olvidos de las horas de atención de las mujeres, se nos cambiaba las salas de atención de manera indiscriminada. b) Se nos cuestionaba el logro profesional de las acciones grupales, querían que los viéramos como pacientes individuales, c) El formato grupal, se comenzó a ver como “molesto” vía el formato administrativo, no había forma de ponerlo en la estadística… d) El espacio del grupo, se vio violentado con continuas interrupciones, con personal que “dejaba cosas dentro” del espacio destinado para los grupos, e) El trabajo grupal, no podía ser autogestionado, ya que los pacientes empezarían a entrometerse en el consultorio, y se nos prohibió trabajar con dirigentes, Etc.

A modo de conclusión

Quisiera hacer una pequeña reflexión final sobre la instalación de una experiencia grupal al interior de una institución de salud.

Para Lourau[6] “la institución se podría entender como un sistema de normas, reglas, que los individuos acuerdan”, es decir no son externas a ellos. Éste conjunto de normas, incluye la forma en la cual los individuos participarán de esas normas acordadas. Dice Lourau que su contenido está formado por las acciones históricas de los individuos y las normas ya existentes, todo esto en definitiva hablará de las relaciones sociales reales que se dan en el conjunto de la sociedad.

Éste autor además incluye un nivel implícito a toda institución que es lo instituyente, que nos indicaría el carácter histórico de la fundación de la institución como producto humano, y no como un hecho natural. Así finalmente al constatar el hecho de que las instituciones niegan su origen y así permiten su mantención, llamando a esto lo instituido, opondrá lo instituyente como su elemento necesario para la fundación de las instituciones. En la lógica de Lourau, las instituciones niegan que son productos humanos, productos de relaciones sociales históricas instituyentes, perpetuando así la naturalización de estas.

Pero ¿Qué es lo instituido en el caso del consultorio?, y ¿Qué es lo que se interroga con nuestro trabajo? para nosotros lo que nuestro trabajo posibilitó de manera precaria, y con poca conciencia de nuestra parte, fue destapar, eso que precisamente la institución médica (como representante del Estado en definitiva) a negado en su origen, esto es la palabra del sujeto enfermo sobre su condición.

El “destape” se configura en el sujeto hablando sobre su malestar, pronunciándose sobre las relaciones sociales instituidas sobre lo sexual y lo político, y esto como causa de lo que los Legüinos traen y que se expresa, en la consulta, vía síntomas, que el poder médico liga a lo enfermo, reproduciendo así lo instituido una vez más, en tanto negando el origen social de la enfermedad.

Este sujeto que aparece en los grupos, al hacer consciente la censura, cuestiona el modelo médico de atención y de la negación de éste, de la voluntad de cambio expresada en la posibilidad de la historización de los sujetos mismos, sobre las formas de producción de su propio malestar.

Finalmente la relación de lo político en el espacio social, y de lo sexual en su relación con el sujeto, emergiendo en el trabajo grupal, vino a actuar como un analizador, más allá de nosotros, parafraseando a Lourau cuando lo define cómo el lugar “donde se ejerce palabra, pero también a ciertos dispositivos que provocan la revelación de aquello que estaba escondido”[7], en primer caso sobre la institución medica, y en segundo lugar de las relaciones al interior de la población. En lo primero sobre las determinaciones de poder sobre los sujetos de atención, y en lo segundo pronunciándose sobre los contenidos sexuales inconscientes del entramado subjetivo en la Legua.

Pero también esta experiencia logró mostrar, también lo implícito sobre las relaciones al interior de nuestra propia práctica psicológica.

Es así como frente a un precario análisis de la demanda de la demanda, este nos lleve a pensar, ya con la distancia de los años, en la idea de lo que buscábamos, era más de carácter político que terapéutico, montando un dispositivo más de carácter “contestatario psicológico”, si se quiere, en un trabajo de orden terapéutico, constituyéndose al fin en un espacio de reflexión de los propios sujetos del grupo, incluidos nosotros.

Todo lo anterior unido a una cierta hermenéutica psicoanalítica sobre lo que aparecía, violentadora por cierto y creadora de sentido a la vez, vehiculizada por la escucha sobre los sujetos del grupo.

Al respecto también es Lourau[8], quien pone la alarma sobre la palabra esclavizada por los analistas la que se liberaría por el trabajo de los analizadores, y algo de esto se produjo debido a que en el trabajo grupal, que se hacia a ciegas, lo que comenzó a emerger tampoco estaba dentro de lo que en general la disciplina psicológica, representada en nosotros como su soporte, estaba preparada a escuchar. Nosotros buscábamos hacer política sobre lo que escuchábamos como relaciones de vinculación instituidas en la población y que aparecía en los relatos al interior de los Box, y pareciera que terminamos en un proceso de reflexión que destapo los diferentes niveles de implicación y sus atravesamientos.

Es en definitiva la irrupción de lo político, de lo social en su totalidad, lo que desborda en este caso a la psicología pero, (y esto espero que sea materia de discusión de esta mesa) se posibilita desde ella misma, es decir, la pregunta es cómo en el montar un dispositivo grupal, ligado a la institución psicológica, se puede generar un espacio de reflexión, para que emerja un lugar donde allí ya no hay psicología, y el paso al acto se demanda por si sólo, esto es, cómo movimiento social productor de sentido sobre las relaciones sociales instituidas, es decir, una vez más, la apertura a la palabra instituyente.

  1. Trabajo libre para el Tercer Congreso Internacional de Salud Mental y Derechos Humanos, Universidad Madres de la Plaza de Mayo, Argentina, Noviembre 2004.
  2. Psicólogo de la Universidad Bolivariana.
  3. Foladori, Horacio, (2001), Grupo operativo deformación. Ediciones Universidad Bolivariana, Santiago de Chile.
  4. Foladori, Horacio, (1999), ¿Qué psicología elegir? Algunos problemas epistemológicos. www.psicologiagrupal.cl
  5. Castoriadis, Cornelius, (1983, 1989) La institución imaginaria de la sociedad, citado por Juan Manuel Vera, en Cornelius Castoriadis (19 22-1997) La interrogación permanente. www.magma.org
  6. Lourau, René, (1977), Objeto y método del análisis institucional, en El análisis institucional , Lapassade, Lourau, Hess, Lobrot, Guattari y otros, Ediciones Campo Abierto, Madrid.
  7. Idem op.cit. , pag 27.
  8. Idem.