Berlín Occidental, en la calle Eichenallee ubicada en una hermosa zona residencial, trabaja desde hace años el Dr. Josef Rattner con un modelo psicoterapéutico grupal muy singular. Se trata de un grupo amplio que alcanza más de 100 integrantes. Pretendo reproducir las notas tomadas luego de la entrevista con el Dr. Rattner, así como la experiencia en la que participé, y realizar algunos comentarios sobre el modelo tan novedoso para nosotros.
Gracias a contactos de algunos colegas, soy recibido una tarde en su residencia. Me impresiona la casona amplia, rodeada de un sencillo jardín, con interiores tapizados en madera. Una majestuosa escalera nos conduce al consultorio de Rattner quien puntualmente nos recibe. La estancia grande y bien iluminada está circundada por una muralla de libros de piso a techo. Pocos muebles: un escritorio, algunos sillones, el “couch”. El Dr, Rattner cordial y afable genera de inmediato un clima positivo de confianza y apertura. Durante una hora intercambiamos impresiones sobre su modelo de trabajo totalmente desconocido para mí. Me explica que la posibilidad de trabajar con 100 personas permite cobrar de una manera accesible a gente que necesita el tratamiento. “El psicoanálisis no puede ser para unos pocos hay que tenerlo al alcance de muchos”. En realidad sus honorarios son de 8 a 9 marcos por sesión, cuando individualmente se cobran de 150 por sesión en adelante. Destaca que diariamente llega gente nueva ya que tienen sesiones todos los días, otros abandonan. Los pacientes no pueden participar de inmediato en las sesiones, deben aprender a escuchar primero. “¿Cómo van a preguntar positivamente si aún no han entendido de qué se trata?”. De hecho, deben abstenerse de intervenir durante varios meses. A su juicio las preguntas deben ser hechas para ayudar a reflexionar y no necesariamente todas las veces que uno interroga lo hace de la manera más adecuada y con esa intención.
Me preocupa el tema de la transferencia negativa, sobre todo en un grupo tan grande donde me imagino ansiedades persecutorias bastante intensas. Rattner descarta el manejo de la transferencia negativa; lo que hace es desarrollar y estimular la positiva. Incluso se cuela en este modelo una determinada intención educativa. Hay que enseñarle a lagente a relacionarse los unos con los otros, “el odio no conduce a nada bueno y en este sentido no debe ser autorizado. Genera coraje en el otro y culpa en uno mismo; debe ser sustituido por sentimientos de afecto que se manifiesten como acercamiento de ayuda y respaldo al prójimo”. En todo caso, cuando surgen en el grupo elementos de agresión deben ser inmediatamente canalizados hacia sentimientos positivos. Deja entrever un bloqueo de la represión de dichas manifestaciones. Me pregunto cómo lo logrará y más aún, si es posible, desde mi esquema kleiniano, me resulta absurdo el enfoque. Luego, tendré que modificar mi esquema.
También dialogamos sobre el desarrollo de la sesión ya que me parece utópico plantear la posibilidad de que todos puedan participar. Explica que el procedimiento es el siguiente: se trabaja durante una hora y media, lo que da la posibilidad de tres pacientes a pasar al frente. Voluntariamente, los pacientes que están en condiciones de hacerlo, solicitan plantear sus problemas al grupo. Disponen de 30 minutos para hablar mientras el resto del grupo aporta básicamente interrogantes que ayuden al paciente a reflexionar sobre su situación. Es evidente que, asimismo, el grado de participación es reducido y que el grupo opera terapéuticamente en base a la identificación. La función del terapeuta es la de garantizar ese diálogo y posibilitar un clima de confianza para que se pueda pensar sobre la subjetividad aunque manifiestamente se debate sobre la historia “real”. El terapeuta realiza pocas intervenciones y menos interpretaciones, sólo en los casos que es absolutamente imprescindible. Comenta enfáticamente el sentimiento de comunidad que se genera y al cual se tiende, resaltando de qué modo el grupo ofrece un espacio de comunicación frente a una sociedad que genera el individualismo, el aislamiento y la soledad. Por ello, el grupo se convierte en un lugar de encuentro real con otros que viven idénticas penurias afectivas. En el grupo pueden participar todos los que deseen hacerlo, no hay límite. Tampoco hay criterios de selección: no se excluyen paciente graves, simplemente muchas veces desertan por no sentirse suficientemente contenidos en el grupo. Pero también esta claro que si él ve que hay alguien para quien el grupo no sería lo más adecuado, le puede indicar que no le conviene asistir. En suma, Rattner es la ley y la ejerce manteniendo en todo momento un orden interno que garantice un determinado tipo de funcionamiento grupal.
Sus discípulos también participan en el grupo. Claro está, ellos reciben además tratamiento individual con el propio Rattner (psicoanálisis didáctico), así como otros pacientes que por su momento o cuadro psicopatológico pueden requerirlo. Los discípulos se entrenan al participar en el grupo amplio ya que van aprendiendo diversos aspectos acerca del manejo técnico y de la manera de construir los interrogantes. Se resalta así la idea de la gran familia o de la comunidad. Tiene además una organización de formación propia y edita una revista.
Otra inquietud más estuvo dirigida a determinar la incorporación de técnicas corporales y de acción en el proceso de la terapia de grupo. Rattner fue tajante, el proceso debe centrarse en la palabra excluyéndose toda introducción de técnicas de movilización corporal (gestálticas, bio- energéticas, psicodrama, maratones, etc.). Ya es suficiente la movilización que el grupo por su propia presencia genera como para inyectarle acciones que proponen a estimular los “acting”. El proceso analítico debe ser planteado en términos ortodoxos, ya que la simbolización que se busca se constituye en el eje central del proceso de historización.
Finalizada la hora de plática nos invita a participar en la sesión grupal amplia a punto de comenzar. Pregunto si la inclusión de desconocidos no generaría inquietud en el grupo. Descarta tal posibilidad (un tanto apresurada a mi modo de ver, ya que como se verá luego, nuestra inclusión sí afectó al grupo) y bajamos muy entusiasmados.
La sorpresa es mayúscula ya que donde termina la escalera se abrían las puertas de un salón de cómo 120 metros cuadrados repleto de gente sentada en semicírculos concéntricos cuyo vértice, en una esquina, se descubría por una tarima con algunas sillas vacías así como un buen sillón con respaldo, lugar indiscutible del Dr. Rattner. Mi intención inicial fue encontrar algún sitio intermedio como para poder tener una visión panorámica delo que acontecía en tal magno grupo así como también poder vivenciar los diversos momentos del desarrollo grupal. Rattner pasó frente y se ubicó en su lugar y nos invitó a que lo acompañáramos ocupando las otras sillas. Sólo quedó una vacía. Todo esto se desarrollo en un bullicio agradable de gente heterogénea que platicaba con los vecinos de manera afable. En cuanto nos sentamos el bullicio cesó de golpe y se hizo un silencio expectante. Rattner tomó la palabra para presentarnos, enfatizando mi presencia, mi interés por el modelo de terapia grupal y mi lugar de procedencia –Máxico- que despertó signos de curiosidad. Habló en alemán y luego tradujo al inglés para que yo entendiera. Destacó que habíamos estado platicando la última hora y que mi interés lo indujo a invitarme a participar en la sesión. Acto seguido pregunta al grupo quién quiere hablar hoy. Nadie contesta y entonces me pide que sea yo quien formule a los participantes alguna de las cuestiones que hemos estado platicando.
Comienzo planteando mi inquietud sobre ese sentimiento “comunidad”. Rattner traduce al alemán y comenta algo estimulando a los participantes a contestar. Toma la palabra un inglés quien relata su incorporación al grupo hace 10 años y sus experiencias. Todo esto es traducido por otros al resto del grupo. Luego otros le secundan y comentan sus impresiones. Rattner menciona seguramente habría otras impresiones interesantes. Algunos hablan en inglés otros lo hacen en alemán requiriendo de algunos participantes bilingües para que me traduzcan. El ambiente es agradable y muy animado, tan pronto comentan como ríen sonoramente. Coinciden en señalar que no de los motivos de ingreso al grupo fue porque se sentía solos. Hasta allí, habían participado puros hombres. Rattner me sugiere que haga otra pregunta. Manifiesto que me gustaría escuchar algo de las mujeres. Varias se incorporan a la discusión desde distintas partes del salón relatando sus situaciones particulares. Rattner se ha esfumado, el grupo comenta animadamente sus impresiones y anécdotas.
De repente Rattner golpea las manos y se produce una confusión momentánea: todos se levantan y platican con los vecinos y varios se dirigen a las ventanas y las abren para que salga el humo de los cigarrillos. Es como un momento de relajación general previsto en el ritual ya que habían transcurrido los primeros 30 minutos de la sesión. También se prenden extractores que producen un zumbido particular. A los 5 minutos Rattner golpea nuevamente las manos y con orden ejemplar, todo el mundo se sienta y guarda silencio nuevamente: continua la sesión. Vuelve a inquirir quién desea hablar en el segundo momento. Como no hay voluntarios me estimula para que siga con las preguntas. Planteo qué les ha aportado el grupo. Rattner comenta sobre una pregunta que yo le había hecho sobre la vilencia y los sentimientos negativos. Las contribuciones se suceden sin vacilaciones ni silencios, como el grupo está “caliente”. Manifiestan que ellos no crean una situación donde se den esos sentimientos, por los objetivos no es posible. Me asombra el grado de participación, casi la cuarta parte de los presentes está interviniendo. Una chica-que ingresó tarde- intentó acercarse hacia los semicírculos de adelante. Rattner interviene con cortesía pero de manera terminante, la regaña por llegar tarde y por desear sentarse adelante interrumpiendo el desarrollo de la sesión. En suma, la educa. En términos generales los participantes se dirigen hacia mí, pero otros intervienen con comentarios transversales. Ríen muchas veces, sin embargo no se nota un clima maníaco, todo se me hace muy natural y me sorprende mi propio interés en la “sesión” a pesar de las dificultades que la lengua genera tanto como lo inesperado del contexto. Cumplidos los segundos 30 minutos se vuelve a repetir el golpe de las manos, el bullicio, comentarios, movimientos y luego el retorno al trabajo. Rattner comenta que podríamos seguir con mis preguntas –lo veo entusiasmado en ese sentido sin llegar a detectar lo que el vio- si no hay propuestas contrarias. Todos asientan unánimemente. Enfatiza que se debe tener cuidado en traducir todo ya que hay gente –algunos ancianos- que no comprenden inglés y quedarían afuera de la discusión y que como pagan deben poder recibir algo.
Les digo que tal vez quieran saber porqué estoy allí y en pocas frases resumo mi situación. Muy interesados me preguntan cómo se trabaja en México. A su vez yo les planteo las dificultades o inhibiciones para participar frente a un grupo tan grande. Me contestan que el que no habla también mejora y señalan que se sienten apoyados por el grupo, nunca presionados. Reconocen algunas dificultades y cómo toman las intervenciones de Rattner. Se produce un lapsus cuando quieren negar los sentimiento agresivos y surge el aspecto de la transferencia erótica donde plantean que los celos a veces son fuertes, pero entre tanta gente… Sin embargo la cordialidad reinante, como que se impuso sobre las asperezas que pudieran surgir y se abren temas que facilitan su análisis, sin embargo se excluye la posibilidad de agresión.
Agradezco a todos la posibilidad de dicho diálogo y les manifiesto que luego de haber intercambiado puntos de vista con ellos en una plática abierta, comprendo mejor algunas de las ideas que me había transmitido el Dr. Rattner. Señalo mi sensación de bienestar en el grupo. Rattner interviene para decir que yo estoy externando que me siento parte del grupo. Finaliza a sesión y varios se acercan a saludarme; se van comentando en alemán y en inglés algo de lo sucedido.
Comentarios:
El modelo utilizado por Rattner se apoya en algunos principios básicos a saber:
El grupo está fuertemente estructurado, hay un sistema de jerarquías dependiendo de la antigüedad de ingreso al grupo y de la “corrección” con que el paciente participa. De este modo, los círculos concéntricos muestran una gradación significativa. Sentarse adelante es poder participar, haber pagado “derecho a piso”. Los de nuevo ingreso deben aprender a intervenir, por ello su lugar –hay como una ley establecida tácitamente. Rattner ejerce la ley paternalmente y es muy claro el fenómeno de identificación con el líder descrito por Freud. Sus discípulos lo acompañan también en lugares privilegiados. El grupo además, está fuertemente estructurado en el tiempo y con una rutina precisa (que los alemanes no sienten como rígida; entienden que sólo así se pueden hacer bien las cosas. Así funciona todo el país). Los imprevistos no tienen lugar e ese orden social, ni tampoco los desacatos; en ese sentido no hay discusión. Es evidente que este grado de estructuración elimina considerablemente las angustias persecutorias y depresivas de los grupos no estructurados al estilo de la Escuela de Bion y seguidores.
La cordialidad, el buen humor y la fraternidad son sentimientos elevados a la categoría de valores sociales. Por otro lado, la actuación, el coraje, la envidia, etc., deben ser desterrados de la faz de la tierra porque no conducen a nada bueno. Se mezclan aquí tres niveles, a mi modo de ver: el análisis de las representaciones con sus afectos, el aspecto educativo que indudablemente el grupo persigue y un nivel místico donde la comunidad se convierte en un fuerte respaldo para neutralizar la soledad y la depresión. En este sentido me animo a decir que el grupo es muy afectivo y sobre todo por cuanto una reunión diaria con este grado de intensidad configura una suerte de reforzador de sentimientos comunitarios positivos. La gente está contenta de participar y todos se vuelven a sus actividades con una sensación de seguridad, de tener un espacio donde son reconocidos, donde pueden hablar con otros de sus problemas, donde tienen un espacio y un tiempo propios que pueden compartir. Tanto jóvenes como adultos y ancianos, encuentran un sentido diferente, tan sólo un par de semanas después de Chernobil.
Ahora bien, una pregunta que me hice luego de esta experiencia y que continúo debatiendo conmigo mismo se resume en el problema de la definición del encuentro.”¿Es esto psicoterapia analítica grupal?”.
No avanzo mucho si digo que no tengo elementos suficientes de juicio; que debería haber leído los artículos de Rattner (que sólo están en alemán) y que debería haber participado en una verdadera “sesión” para poder apoyarme en impresiones más claras. Así que intentemos aproximarnos con las impresiones –pues no son más que eso- que tenemos de la plática y de lo que nos dejó la experiencia.
Es indudable que el poder hablar frente a un público tan numeroso y variado, incluso desconocido –ya que no es posible tener una representación mental de todos los posibles vínculos, diría Anzieu- implica vencer resistencias. La verbalización y el intercambio a partir de las interrogantes que el resto de los pares puede plantear ayuda a una re- historización de la vida personal. Frente a una masa de gente de esas dimensiones y sobre una tarima, convirtiéndose el paciente en el punto de confluencia de las miradas de los presentes, no hay defensas posibles. Se utiliza aquí un principio consagrado en la práctica con los Alcohólicos Anónimos de manera universal. Ahora bien, en ese sentido la verbalización no es solamente catártica ya que hay preguntas –y a veces una buena pregunta es mejor que una interpretación, puntualiza Doltó- y también hay interpretaciones cuando es necesario.
No es posible separar el proceso de la figura del analista. Rattner configura ese lugar del “supuesto saber”. Podríamos decir que el dialogado animado entre los miembros tiene un destinatario último que es Rattner. Pensaríamos con Bejarano, que hay intenso movimiento a nivel de transferencias laterales en detrimento de una explicitación de la transferencia central. En un aspecto muy freudiano, Rattner no interpreta la transferencia, trabaja sobre ella, su conducción parece ser bastante ortodoxa, si bien nos podríamos quejar de un exceso de “influencia educativa” en el proceso. Pero eso habría que re-pensarlo más profundamente. Rattner prefiere decir NO a interpretar el sentido oculto, y esto forma parte de una experiencia compartida: a veces el NO es mejor que la interpretación.
El proceso de análisis y mejoría se produce a partir de la identificación con los pares de grupo. La observación de que no es imprescindible participar para mejorar, puede también realizada en los grupos de psicoterapia analítica que conocemos donde sólo intervienen 7 u 8 integrante. También allí hay grados de participación diferentes y mejorías de diversos grados. Por otro lado, la frecuencia intensa de sesiones hace que la transferencia también lo sea y que estén dadas las condiciones para que la neurosis de transferencia pueda desarrollarse en toda su amplitud.
Tal vez el punto más controvertido sea el manejo tan singular que se realiza de la envidia y sus derivados. Desde M. Klein podríamos preguntarnos ¿Si no se analiza la transferencia negativa entonces que se analiza? Debo reconocer que este aspecto me ocasiona desde el punto de vista teórico grandes inquietudes, ya que no alcanzo a visualizar de qué modo se puede prescindir y más aún reprimir, una y otra vez, toda manifestación de la agresión. Por otro lado, la experiencia en sí muestra que es posible no solamente trabajar de ese modo sino generar actitudes positivas entre los pacientes. Hay un sistemático apoyo al yo, lo cual no significa que el proceso se de en el apapacho permanente. Tal vez uno se podría plantear si dicha modalidad no va excluyendo a mediado y largo plazo a aquellos sujetos que no encuentran posibilidades de elaboración de su agresividad. Simplemente ese tipo de técnica no está hecha para ellos, de igual modo que otros enfoques no son aplicables a otros grupos de pacientes.
Un último grupo a destacar es la relación con el dinero. En Alemania 8 o 9 marcos son poco dinero comparativamente con lo que se cobra por una consulta médica cualquiera. El paciente puede atenderse sin que los honorarios pesen. Ello tendría ventajas e inconvenientes. La gente no deserta porque no puede pagar, al mes serían unos 200 marcos que nunca se abonan todos juntos sino por sesión, cuando se asiste, ya que no hay nadie que lleve la contabilidad persona por persona. Desde otro ángulo, cómo es que se puede valorizar un tratamiento en esas circunstancias. Creo que se logra sin mayores problemas sobre todo por cuestiones culturales. Todo se paga en Alemania menos las autopistas. Pagar es poder recibir. La sensación de la gente es que paga adecuadamente a lo que recibe. Esta ecuación parece depender mucho más del analista que del paciente.
Para el analista, una sesión de hora y media le reportará entre 800 y 900 marcos lo que significa que con 10 sesiones percibe ingresos equivalentes a los de un profesor universitario. El sistema ayuda al paciente y también al analista. También el analista logra “desvincularse” de la preocupación del dinero. Extraño sistema: parecería que todos están allí porque les gusta. Mis colegas berlineses hablaban de Rattner como el Papa local de la psicoterapia de grupo.
El grupo amplio ha aparecido siempre como un lugar de temores y ansiedades, de lucha y destrucción., en oposición al grupo pequeño que facilita un continente, un sentirse protegido, un sentimiento de solidaridad. El grupo pequeño ha sido visto como el lugar de la colaboración mientras que el grupo amplio como el espacio de la discordia. Ahora bien, últimamente han aparecido una serie de estudios sobre el grupo amplio y sobre todo acerca del funcionamiento natural de grupos amplios donde se visualizan fenómenos no considerados hasta el momento. Es como si el campo relativamente virgen para el estudio y la investigación, aportara nuevos elementos para comprender mejor algunos fenómenos grupas. Creo que las observaciones más significativas han provenido del marco de la terapia familiar y a mi juicio, es allí donde han podido formularse las interrogantes más oportunas. Singular importancia revisten las investigaciones realizadas por Speck y su equipo quienes se preguntan por las condiciones que debe cumplir la familia para poder hacerse cargo de un miembro esquizofrénico. Su supuesto es de que la familia pequeña –tal como la conocemos actualmente- no cuenta con elementos suficientes para constituirse en continente de determinadas angustias por lo que es necesario recurrir a la “tribu”. Así, señalan una serie de ejemplos de la vida social donde el grupo amplio cumple una función por demás significativa: Alcohólicos Anónimos, reuniones religiosas para la reafirmación de la fe, encuentros de ex alumnos, celebraciones majestuosas, movimientos por la paz y por los derechos humanos (estos últimos ya son grupos grandes y ….), Woodstock, el modelo tribal de poblaciones indígenas en EE.UU., etc. Su hipótesis es de que estos grupos amplios y masa son mejores soportes de la angustia, por lo que la aproximación al control de determinadas ansiedades puede hacerse utilizando técnicas que recurran a ese medio. Su concepto de retribalización, utilizado en terapia familiar da cuenta de este intento de hacer participar y co- responsabilizar a una determinada “tribu” de los problemas de una familia con un integrante perturbado. Los recursos que la tribu tiene para su manejo resultan sorprendentes.
Volviendo al modelo de Rattener, me parece que un fenómeno similar al de retribalización está también en juego. Si bien es cierto que en este modelo de “terapia de grupo” no hay una clara teoría sobre la conducción de los procesos grupales del grupo amplio, en los hechos el sentimiento de comunidad que los participantes expresaban, así como su sensación positiva, de bienestar, de protección que manifestaban por estar participando en el grupo, alude a un compartir entre todos sentimientos análogos más profundos, en particular el de la soledad.
Por ello, creo que de manera espontánea Rattner pude usufructuar en beneficio del propio grupo un efecto del grupo amplio, aunque su manejo técnico terapéutico esté mucho más en la línea de psicoanálisis en grupo, tal como lo ha planteado la escuela norteamericana.
Finalmente, me pregunto cuál fue la función mía ese día. Es evidente que no fue una “sesión” normal, de hecho ningún paciente presentó su problemática. Rattner lo tomó como una sesión y todos los presentes parecen haber estado de acuerdo en eso, desde los que dominaban el inglés e intercambiaban conmigo hasta aquellos que los desconocían y se hacían traducir, o intervenían en alemán y luego algún miembro del grupo sintetizaba en inglés sus comentarios. Por mi parte nunca pensé que los acontecimientos tomaran ese giro. Por ello, es indudable que mi presencia perturbó al grupo. Ahora bien, de qué manera. Se me ocurre que mis preguntas forzaron una especie de re- historización sobre la experiencia que habían estado viviendo. Yo los obligaba a poner las cosas en palabras y a hacer intentos por definir situaciones que probablemente no se habían puesto a pensar de manera sistemática. Las interrogantes –al ser formuladas desde otro lado- descolocaron a inicio a los participantes y luego, a partir por ejemplo del lapsus, les permitieron una recapitulación, un esfuerzo de totalización del proceso recorrido. Rattner se dio cuenta de ello y estimuló en un inicio a que me contestaran, incluso planteó interrogantes adicionales. O sea que mi presencia sirvió como una suerte de sesión de evaluación del proceso terapéutico.
En fin, para mi esta experiencia me sirvió en la medida en que me enfrentó a otro modelo terapéutico donde muchos de mis esquemas previos se vieron seriamente cuestionados. En todo caso ¿No es que sólo se puede hablar del psicoanálisis desde el lugar del paciente?