1. Liderazgo y tarea
La tarea es el eje del trabajo grupal. «Para nosotros la tarea es lo esencial del proceso grupal», afirma Pichón-Rivière (1980:19).
El grupo es siempre un grupo de trabajo, por cuanto su razón de ser tiene que ver con resolver un problema, aquel que se constituye en la razón de su existencia. En este sentido , el liderazgo tiene que ver en primer lugar, con la manera de organizar dicha labor, en la forma de conformar un sistema eficiente en el cual todos los integrantes participen de uno u otro modo y que pueda aprovechar al máximo los recursos grupales, vale decir, aquello con lo que el grupo cuenta y que es aportado por las individualidades, por las verticalidades (las historias personales sintetizadas en el momento presente).
El liderazgo entonces adopta una modalidad funcional, ya que tendrá que adecuarse a las múltiples mini-tareas que el grupo tendrá que abordar para resolver su tema central. Esta ya es de por sí una innovación conceptual por cuanto el liderazgo adopta entonces una movilidad que no ha sido prevista en teorizaciones de otros autores. En general se ha entendido que el liderazgo, por diversos motivos permanece fijo. Pichón Rivière sostiene una propuesta en la cual muestra la capacidad del grupo de aprovechar sus propios recursos: el liderazgo variará en función de los diversos momentos que convoquen cualidades presentes entre los integrantes, los que se pondrán así al servicio del grupo. Cada participante podrá ser líder en su momento: El trabajo sobre la tarea requiere de la puesta en juego de cualidades específicas que hará que quien las tiene, se vea en la necesidad de mostrarlas operativamente, haciéndose cargo de guiar al grupo en ese instante. Pichón llega a decir que el verdadero líder es la tarea. Esta expresión un tanto temeraria resume de manera clara del desplazamiento producido. Lo que importa acá es entender que la intervención de los participantes es posterior a una organización que la tarea instaura en el grupo. Se descentra el grupo de los participantes quienes aparecen por tanto al servicio de la resolución del problema acordado. Es cierto entonces que esta metáfora radical supone una concepción del grupo y de su trabajo más compleja que las propuestas un tanto descriptivas que sostienen diversos autores.
2. Liderazgo y pensamiento: progreso y retroceso
Ahora bien, en otro orden de cosas Pichón Rivière señala que al interior del grupo el liderazgo (ahora hablando de ciertos participantes, de ciertos roles) se organiza en términos de oposición. Este fenómeno ha sido observado por otros investigadores de los mecanismos grupales. La idea es que cuando en el grupo alguien dice » Vamos a hacer tal cosa» hay enseguida otra persona que dice «Vamos a hacer lo contrario», así como también estan los segundones que ante el «Vamos a hacer tal cosa» , secundan la «moción» diciendo «Sí, creo que eso es bueno y adecuado». En suma, una cierta posición ocasiona el surgimiento de lo contrario y de lo similar. Pichón (1989:44) dice » Pero el líder saboteador y el progresista no actúan solos sino que tienen sus partidarios. Y en los grupos se forman sub-grupos que pueden abanderar el progreso o el saboteo de la tarea»
Otro investigador que observa este fenómeno aunque lo describe a su manera es Schindler (1957:62) quien plantea que en la dinámica grupal a todo «alfa» le corresponde un «omega». Comentando sobre el omega dice que «cumple con una tarea esencial para la dinámica del grupo, una forma de representación del enemigo en el grupo. Aparece extraño, marginal. Para ella están dispuestos el nuevo en el grupo y también el menos telentoso o temeroso e inseguro. El omega se identifica con aquel que sería capaz de oponerse al grupo y que podría resistir a ello; y este es, naturalmente, el adversario. El se dirige con sus afectos contra el alfa, del cual siente surgir la agresión contra sí mismo…»
Pero esta forma de operar de todos los grupos es un fiel reflejo de la manera en cómo el grupo instrumenta una metodología para pensar el problema que tiene que resolver. El pensamiento se construye por oposiciones las que a su vez procuden un movimiento que va progresivamente agrupando a los diversos integrantes en torno alos lugares ya señalados. En algunos casos es posible que se llegue a una confrontación que ponga en peligro la existencia del grupo como un cuerpo total. Cuando no es así, entonc es se pueden ir logrando, paso a paso, ciertos acuerdos intermedios que van conformando el «camino» que el grupo se digna a construir. «Nuestra técnica de grupos, está inspirada en la técnica del comando, donde cada persona tiene un rol funcional y el líder del grupo, es el especialista en la función necesitada en un momento determinado. Es decir, el cocinero es el líder del grupo mientras se cocina» (Pichón-Rivière 1989). Por tanto, una característica clave del liderazgo es que sea rotativo (según la tarea) para que pueda ser funcional al avance del grupo.
Pichón-Rivière entonces sostiene – y siempre pensando el tema desde la tarea como lugar central – que dicha polarización está encabezada por lugares grupales que resultan funcionales para la resolución de los problemas y que por lo tanto, habría que hablar de dos tipos de liderazgo efectivo que se constituyen interdependientemente para organizar el proceso de pensamiento grupal. Así señala que aquel miembro que propone en primer lugar una alternativa para abordar la resolución del problema se constituye en el lider de progreso, mientras que aquel otro que le sale al paso para rechazar la propuesta se constituye en el líder de retroceso. Los nombres utilizados para la designación no tienen más alcance que mostrar: 1. La polarización que se da en el grupo. 2. La interdependencia de los liderazgos, ya que no puede existir el liderazgo de progreso sin el liderazgo de retroceso y vice versa. 3. El lugar que cada quien adopta con respecto a la tarea, lo que no constituye un juicio moral sobre la disposición o no a trabajar sino tan sólo el lugar emergente en la estructura grupal. Pichón se preocupa de mostrar que ambos lugares son imprescindibles para que el grupo pueda analizar el problema y resolverlo, posición muy distanciada de otros enfoques que pretenden, a veces, «eliminar» al líder de retroceso, para «ayudar» al grupo a avanzar.
Si el líder de retroceso es una función del grupo, es absurdo confundir el lugar con aquel miembro que ocupa ese lugar. Sacar al intregrante que ocupa el lugar no equivale a suprimir el lugar estructural. Dicho de otro modo, la cirugía es incapaz de extirpar un lugar estructural, tan sólo se convierte en una técnica de maquillaje que demostará toda su ineficiencia cuando tiempo después otro integrante ocupe dicho lugar. Por ello, la solución tendrá que ser encontrada al interior del espacio grupal donde se ha construído una escena con un intenso grado de polarización. Sacar a alguien del grupo debido a estos motivos se constituye en un acto meramente represivo que no coadyuva a facilitar que el grupo pueda realizar su tarea. La teoría del chivo emisario desarrollada por Taylor (1953) muestra este mecanismo en todo su esplendor. Ampliaré este aspecto más adelante.
3. El lugar de la coordinación
La concepción operativa de grupo al reflexionar en torno a la tarea como el elemento convocante y por tanto discriminador es capaz de pensar las diferencias entre la tarea del grupo y la tarea del equipo coordinador. En este momento hay que hacer una precisión que tiene que ver con la definición misma de grupo operativo.
En un sentido amplio se puede decir que todo grupo que opera, que trabaja, que resuelve un problema, es un grupo operativo. Son así los grupos que funcionan espontáneamente, vale decir, que se organizan por propia iniciativa de sus miembros y que no recurren a nadie (rol técnico) para que los «ayude». Sobre estos grupos, en tanto funcionan sin la presencia de un técnico que los observe, es muy poco lo que se puede decir.
En un sentido estricto, grupo operativo define aquel grupo que es coordinado bajo la teoría de la concepción operativa de grupo y con la técnica operativa. Bauleo (1989:72) dice: «Llamamos grupo operativo, a todo grupo en el cual la explicitación de la tarea, y el accionar a través de ella, permite no sólo su comprensión sino también su ejecución.» Y es en este sentido en que es posible realizar el análisis que se propone. Grupo operativo remite entonces a una forma de pensar al grupo (y por ende a la psicologia social) y de coordinarlo en el supuesto de que dicha coordinación le devolverá al grupo algunos elementos de su accionar que podrían enriquecer la resolución de la tarea. Coordinar es básicamente trabajar sobre el emergente (Foladori 1990).
Por tanto, he aquí que se cuenta con dos grupos que interactúan: El grupo de participantes por un lado , y el equipo coordinador (los técnicos) por otro. La tarea del grupo de participantes tiene que ver con la razón de existencia del grupo, aquella que lo convoca, por lo cual estan allí. Esta tarea está explicitada en tanto define la presencia de los integrantes.
Ahora bien, la tarea del equipo coordinador no tiene nada que ver con eso. La tarea del equipo coordinador no es la de realizar la tarea que convoca al grupo de participantes; no está allí para eso. No está allí para hacer lo que el grupo tiene que hacer, no estan allí para «cuidar» que el grupo de participantes relice lo que dice que quiere realizar. No puede sostenerse un lugar paternalista del técnico en cuestión. No puede convertirse en la mamá que le hace los deberes o la tarea al hijo cuando regresa de la escuela. La tarea del equipo coordinador es radicalmente otra. Es una meta tarea, es la tarea de mostrarle al grupo aquello que le ocurre cuando éste se aboca a resolver su tarea.
Cuando Pichón-Rivière (1972:212) dice que el coordinador es un co-pensor del grupo, no está diciendo que trabaja en la misma tarea que el grupo, sino que el coordionador contribuye a que el grupo pueda pensar, en tanto le muestra aspectos ignorados del funcionamiento grupal que el grupo de participantes no está en condiciones de ver, por tener poca distancia respecto a su tarea. «El coordinador cumple en el grupo un rol prescripto:el de ayudar a los miembros a pensar, abordando el obstáculo epistemológico configurado por las ansiedades básicas.» (Pichón-Rivière 1969:316)
Por tanto, el rol técnico se desmarca radicalmente de todo manipuleo, de toda inducción, de toda sugerencia, de toda sugestión, y hasta de todo deseo para con el grupo. Para Pichón coordinar es hacer explícito lo implícito y ese es el compromiso ético que adquiere el equipo coordinador con el grupo de participantes y no mas que eso.
Hay que reconocer que la dinámica del grupo involucra al equipo coordinador. Si bien se ha mostrado que el grupo y el equipo coordinador asumen tareas distintas, ello no significa que el proceso grupal no «toque» de distintas formas a los integrantes del equipo coordinador según sus verticalidades específicas ( Foladori 1991). En el grupo se producen angustias de diverso tipo e intensidad que pueden afectar a la «distancia óptima» que los técnicos deben conservar. Parte de la tarea del equipo técnico se sitúa en dilucidar qué hacer con ellas, cómo explicitarlas y de qué manera devolverlas al grupo para que puedan ser elaboradas y asumidas. Mas adelante (punto Nº 6) se tratarán otros aspectos de esta problemática.
4. Liderazgo, adjudicación y asunción de roles.
El liderazgo es un rol, por tanto tienen que ver con el mecanismo por medio del cual el grupo distribuye los diversos roles entre los integrantes. Los liderazgos no están desvinculados de otros procesos, de otros lugares y las leyes que los rigen son comunes a otros roles . A Pichón le interesa mostar que el liderazgno no es, bajo ningún concepto, un lugar elegido voluntariamente por alguna persona, sino que tiene que ver con mecanismos implícitos en el funcionamiento grupal. El liderazgo no puede ser, entonces, impuesto desde fuera de la dinámica grupal .
El reparto de los lugares tiene que ver con complejos procesos de segregación y de preservación. » Un miembro de un grupo, siguiendo el proceso natural de adjudicación y asunción de roles, se hace depositario de los aspectos negativos o atemorizantes del mismo o de la tarea, en un acuerdo tácito en el que se compromte tanto él como los otros miembros» (Pichón-Rivière 1969:321). Eso lo lleva a plantear que la segregación, en tanto mecanismo, genera el rol de chivo emisario. Y continúa :»Otro miembro en cambio, siempre por el mismo proceso, puede hacerse depositario de aspectos positivos del grupo y obtiene un liderazgo que se centrará en una o varias de las categorías ya enunciadas (pertenencia, cooperación, etc.) . Sin embargo, ambos roles, el de líder y chivo emisario están íntimamente ligados, ya que el rol de chivo sirve para preservar el liderazgo a través de un proceso de disociación o splitting , necesario en el grupo en su tarea de discriminación. Agregamos a estos tres roles el de saboteador, que es habitualmente , el liderazgo de la «resistencia al cambio»
5. Liderazgo o coordinación
Se puede afirmar que Pichón-Rivière es el primer psicólogo social que tiene clara la diferencia entre coordinación y liderazgo. La coordinación proviene del espacio exterior del grupo y , por tanto, tiene asignada una tarea que tiene que ver con el grupo pero no con lo que el grupo a su vez hace. El liderazgo es un conjunto de lugares que surgen al interior del grupo en tanto éste se aboca a resolver sus problemas. Y digo que es el primero que tiene claro esta diferencia fundamental ya que, por ejemplo K. Lewin, introduce un «líder» al grupo para hacerlo hacer (vía democrática, autocrática o laissez-faire) aquello que el técnico tiene encomendado. Por tanto, la intervención lewiniana implica siempre una manipulación, ya que se aprovecha de un fenómeno central que posibilita que el coordinador ocupe un cierto lugar en el imaginario grupal, aspecto que será desarrollado en el próximo apartado.
Comentando la confusión entre coordinación y liderazgo Pichón (1965: 297) dice : «La detección de los liderazgos tiene un importancia fundamental en la comprensión de la dinámica del grupo, tanto es así, que la estructura y función del grupo, se configuran de acuerdo a los tipos de liderazgo asumidos por el coordinador (K. Lewin). … el líder autocrático del grupo…favorece un estereotipo de dependencia, entrando al servicio del statu quo de la enfermedad y la resistencia al cambio.
Su característica mas señalada es quizás su incapacidad de discriminar entre rol y persona, confundiéndose a sí mismo con el grupo.» Es decir, pierde su rol – así como su tarea específica – en tanto entra al servicio de la tarea grupal. Posteriormente , menciona el líder demagógico – en una clara crítica a K. Lewin que no lo visualiza , tal vez atravesado por su interés político – reflexionando: «La conducta del líder demagógico tiene una característica muy marcada: la impostura, es impostor en la medida en que, con una estructura autocrática, muestra una apariencia democrática, cayendo a veces en situaciones de laissez-faire, como resultado de estas actitudes contradictorias «.
Reconocer la diferencia entre la tarea de la coordinación y los fenómenos de liderazgo en el grupo instala una ética que Pichón extrae del psicoanálisis. El analista no habla de aquello que habla el analizando. El analista habla acerca de cómo habla el analizando, no de lo que éste dice. El analista no hace sugerencias ni le da consejos, ni lo induce a hacer o a dejar de hacer, ni a tomar resoluciones en un sentido u otro. Simplemente analiza y eso ya es bastante. Pichón cuenta entonces con esta discriminación, con esta postura ética. Pero en el proceso individual de la cura no se visualizan otros feómenos que son del orden de la grupalidad, por ejemplo, el caso del liderazgo y es allí donde Pichón entonces, realiza su aporte teórico.
Tener clara esta diferencia es imprescindible para conservar el lugar técnico, por ejemplo ante la seducción grupal que siempre va a pretender – en tanto se reproduce el supuesto básico de dependencia descrito por Bion (1951) – que la coordinación le resuelva los problemas. Tener clara esta diferencia es no entrar en el juego de los líderes (de progreso y de retroceso), tomar partido por alguno y terminar compitiendo por el liderazgo en el grupo, con el peligroso resultado de que el grupo se ha quedado sin coordinación. Tener clara esta diferencia es abandonar una cierta omnipotencia la de hacer producir al grupo a un determinado ritmo, o con tales o cuales resultados específicos.
6. Coordinación , liderazgo y transferencia
Lo analizado hasta este momento remite a un determinado nivel de estudio del fenómeno del liderazgo. Hay otros posibles, por ejemplo aquel que se sitúa en el plano de lo imaginario. Desde esta óptica, el grupo construye a su vez sus propios lugares que no necesariamente son aquellos que aporta el discurso de lo explícito. Una cosa es la contratación de un determinado equipo coordinador para que constribuya al esclarecimiento de los obtáculos con los que el grupo se encuentra en su abordaje de la tarea y otra muy distinta es la atribución de cierto lugar al equipo coordinador, adjudicación que no pasa por el contrato manifiesto de trabajo.
En tanto se materializa el contrato, cierta expectativa al margen de éste comienza a manifestarse, mostrando este otro nivel de problematización que dice relación con un lugar construido en el imaginario del grupo y que desencadena una estructura relacional que da cuenta de un lugar transferencial, en el sentido que el psicoanálisis da a este concepto. Ahora bien , dicho lugar imaginario determina tanto el discurso grupal como su accionar, a tal grado que se dificulta el reconocimiento de las características del lugar contratado. Si bien los distintos integrantes del grupo saben que allí cuentan con un equipo coordinador que tiene una tarea especifica, dicho rol será tratado como si ocupara para cada uno, un determinado lugar histórico de saber, de poder, de mando, tal cual si se hubiese constituido un cierto espacio de liderazgo. El grupo entonces, realiza una oferta muy seductora y por tanto peligrosa para el trabajo de elaboración que la tarea requiere, ya que propone tácitamente ungir al equipo coordinador en el lugar del jefe y someterse voluntariamente a sus designios.
Dicha demanda se constituye en una parte esencial del trabajo que oportunamente Pichón ha nombrado como pre-tarea; vale decir, el esclarecimiento paulatino de los roles de cada quien, siendo los primeros a discriminar aquellos de los integrantes y los de los coordinadores.
Sin embargo, la pretarea jamás es «resuelta» del todo por lo que el equipo coordinador deberá mantenerse permanentemente alerta para lograr desmarcarse de la adjudicación de un rol que lo confunde todo y, más aun, deja al grupo sin el resguardo de su sostén: aquel que le posibilitará pensar. Así, la principal tarea del equipo coordinador es sostener el dispositivo de trabajo (Foladori 2001), acción que establece en primer lugar, el corte entre el afuera y el adentro ( espacial y temporal), al igual que la diferencia de roles entre integrantes del grupo y equipo coordinador.
7. Liderazgo e interpretación
Que la tarea aprezca pensada de manera disociada, es decir, polarizada a través de una dramática grupal que supone dos subgrupos lidereados cada uno por un líder de progreso y otro de retroceso, no hace sino plantear problemas a la coordinación. Tal es así que será tarea del equipo coordinador mostrar de qué manera es que el grupo se las ha ingeniado para pensar y analizar el problema utilizando dicha disocación instrumental.
Lo que la coordinación deberá mostrar – en opinión de Pichón – es cómo aquello que es presentado como opuesto por el grupo, desde otro punto de visto no es sino los dos aspectos de los mismo, las dos caras de una misma moneda, en una totalidad que trasciende el enfoque parcial escenificado en la polarización grupal. Y he aquí que el desconcierto grupal se instala, en la medida en que lo anterior es señalado y disminuye la intensidad de la angustia que se había producido por la discusión, ya que en tanto el complot (la puesta en escena disociada) es señalado, el grupo vuelve a aparecer unificado en su trabajo de re-construcción de su proceso.
Así, los liderazgos van a ir guiando también el trabajo del equipo coordinador, en tanto que lo implícito en el grupo son aquellos acuerdos tácitos visibles de manera tangencial y que hacen al análisis de la tarea. De más está decir que más allá, el complot encarna la pasión transferencial ya que se trata siempre de un movimiento en el que los supuestos básicos descritos por Bion (1951) operan como organizadores de la polarización inicial que el grupo instala como demanda a la coordinación.
8. Metáforas sobre la grupalidad: los paradigmas en juego.
El notable avance que se produce con la concepción pichoniana del liderazgo responde a un cambio de paradigma que tiene que ver con situar al grupo en la óptica de la grupalidad. Por ello, el desmarcarse, el poder mirar el campo en cuestión desde otro lado, el descentrarse – diría algún epistemólogo -, permite enriquecer sustancialmente la comprensión de los fenómenos en juego: donde había descripción de apariencias, se introducen relaciones estructurales. La teoría píchoniana no solamente se apoya en la concepción lewiniana del grupo sino que la supera ampliamente, en cuanto es capaz de leer al grupo como efecto de la grupalidad (Foladori 1999), más que desde el conjunto de los comportamientos de las individualidades que lo conforman. En todo caso, esta brecha entre la descripción de fenómenos y su experimentación por un lado, y la producción de una teoría explicativo-comprensiva por otro, resulta en una diferencia que es en sí misma la producción de conocimientos.
a. Metáfora 1 : La teoría de la manzana podrida
Se trata de una de las mas populares formas de visualizar aquello que es y ocurre en un grupo. El grupo en realidad es un colectivo, un conjunto de unidades que conservan cada una su integridad. El conjunto no presenta otra particularidad que aquello que lo define como agrupamiento. Cierto agente exterior al grupo identifica un fenómeno: el de que una manzana ha comenzado a pudrirse. Se supone una cierta teoría que no aparece explicitada: la del contagio. De dicho contagio no se habla si bien, se puede entender que determina la acción. El proceso de pudrición es inherente a cada manzana; sin embargo, no es esa noción que prima. Se funciona como si la pudrición se pudiera extender a las otras. Debe intervenirse cuanto antes ya que el proceso es inexorable: todas las manzanas terminarán podridas. La manzana, la fruta prohibida del paraíso, la fruta de la perdición, el erotismo está allí implícito, la tentación y la serpiente. Sacar la manzana, desterrar el pecado del grupo, abolir la tentación, intervenir de inmediato para evitar un mal mayor.
Esta es la visión del liderazgo y de grupo que prima en nuestro medio. Así como se quita, también se introduce. «Hacer tal curso para ser líder», reza un anuncio de alguna universidad. El liderazgo impuesto o extirpado (en el caso de un líder sindical), lo que subyace es una concepción de lo grupal como un colectivo, como una sumatoria de unidades, como conjunto de pares. La unidad de medida sigue siendo el individuo singular. En el fondo, no hay grupo como algo diferente. Es la concepción que subyace a cierto enfoque de la psicología social como especialidad de la psicología general. Se confunde individuo con sujeto. Se confunde grupo con conjunto. Se confunde el contacto con el contagio. Se confude la ciencia con la descripción. Se confunde…
b. Metáfora 2: La teoría del eslabón mas débil.
Se trata de una cadena. Los diversos eslabones (unidades menores) aparecen entrelazados a tal grado que entonces pueden mantener una tensión. Ahora bien, la cadena tiene su flexibilidad ya que el engarce de un eslabón con otro introduce la posibilidad de una adecuación a los espacios más discímiles. Ello le da a la cadena una unidad y más que eso, porque constituye una unidad en sí misma a tal punto que los eslabones pasan a segundo término. Las unidades menores han construído otra cosa, algo que se presenta como una unidad mayor y de una naturaleza distinta que anuncian las unidades menores. Se ha producido un cambio, un salto cualitativo: allí hay algo de otro órden.
Ahora bien, dicha cadena se tensa y en este juego intervienen todos los eslabones. Pero la tensión no es visible, es deducible. La tensión se hace presente cuando la cadena se rompe. La rotura de un eslabón hace explícito que allí hubo una tensión que la cadena no pudo soportar y, por tanto, cierto eslabón se quebró. La ley reza que la cadena se rompe por el eslabón más débil, porque allí es donde la tensión adquirió el máximo de intensidad. Por tanto, el eslabón roto lo es por cuanto tuvo que soportar la tensión de los demás. Si se suelda y refuerza el debil eslabón , aparecerá un segundo eslabón entonces como el más frágil. Es un problema de lugar y de la energía que transita por la cadena.El grupo entonces es una unidad nueva, no es un conjunto es otra cosa, se configura como una unidad lograda por la interdependencia de las unidades menores, lo que le da tal grado de unidad que configura una unidad indivisible – dentro , por supuesto, de cierta tensión soportable. A tal grado que aquel que aparece individualizado (eslabón roto) es expresión de un proceso no visible de tensión que ha recorrido el camino de la interdependencia. Emerge, por tanto, como figura individualizada de una totalidad que ha hecho su trabajo. En tal sentido, es representativo de la totalidad, de la tensión que ha sido común a todos. La adjudicación del lugar (eslabón roto – liderazgo) responde a un proceso no visible.
Se distingue por tanto claramente el registro de lo fáctico y por tanto observable, del registro de la inferencia estructural y de los mecanismos que operan para determinar, en nuestro caso, la rotura de la cadena. También , se ponde de manifiesto el proceso de depositación , para utilizar un feliz término adoptado por Pichón-Rivière (1979:109). La tensión es desplazada y depositada en aquel eslabón «elegido» por sus propiedades particulares, ya que es el que en ese momento puede mostrar de mejor forma la realidad de la cadena. El grupo es dinámico, está en permanente movimiento, desplazamiento, depositación , encargo, etc., que determina la adjudicación y asunción de roles y por ende del liderazgo.
La teoría de la grupalidad significa un cambio radical de paradigma ya que supone un nuevo «orden» al interior del grupo. Se puede dar cuenta así de manera más compleja de lo que acontece con el liderazgo, comprender su estructura de determinaciones y su funcionalidad. Pichón comparte el célebre dicho de que «no hay nada mejor que una buena teoría».
junio de 2002
Bibliografia:
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* Foladori, Horacio (1990) Hacia una teoría de lo emergente en grupo operativo, El grupo operativo
DeFormación, U. Bolivariana, Santiago, 2001
* Foladori, Horacio (1991) La coordinación: su ver-ticalidad, El grupo operativo DeFormación, U. Bolivariana, Santiago 2001
* Foladori, Horacio (1999) Los origenes de la grupalidad, Revista Praxis No.1, U. Diego Portales,
Santiago.
* Foladori, Horacio (2001) Dispositivos, encuadres operatrivos y otras yerbas, El grupo operativo DeFormación, U. Bolivariana, Santiago.
* Pichón-Rivière, Enrique (1965) Grupo operativo y enfermedad única, Del psicoanálisis a la psicologia social, T. II, Galerna, B.A., 1971
* Pichón-Rivière, Enrique (1969) Estructura de una Escuela destinada a la formación de psicólogos sociales, Del psicoanálisis a la psicología social, T. II, Galerna, B.A., 1971
* Pichón-Rivière, Enrique (1972) Aportaciones a la didáctica de la psiclogóia social, El proceso grupal, Nueva Visión, B.A.,
* Pichón-Rivière, Enrique (1979) Teoría del vínculo, Nueva Visión, B.A.
* Pichón-Rivière, Enrique (1980) Historia de la técnica de los grupos operativos, Ilusión grupal No. 4, UAEM, Cuernavaca, 1990
* Pichón-Rivière, Enrique (1989) Técnica de observación en grupos operativos, Ilusión grupal No.2, UAEM, Cuernavaca.
* Schindler, Raoul (1956) Principios básicos de la psicodinámica del grupo, Ilusión grupal No 4, UAEM, Curnavaca,1990
* Taylor, F.K. y Rey, J.H. (1953) El tema del chivo emisario en la sociedad y sus manifestaciones en un grupo terapéutico, Ilusión grupal No 1, UAEM, Cuernavaca, 1989
setiembre de 2002