El Conflicto Político: lo innombrable del conflicto psíquico (María Luisa Azocar – María Teresa Casté – Pilar Soza)

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«…Tambien es posible intervenir en el mundo exterior alterándolo y produciendo en él deliberadamente aquellas condiciones que posibiliten la satisfacción. Esta actividad se convierte luego en la operación suprema del yo; decidir cuándo es mas acorde al fín: dominar sus pasiones e inclinarse ante la realidad, o tomar partido por ellas y ponerse en pie de guerra frente al mundo exterior : he aquí el alfa y omega de la sabiduría de la vida».(Freud, 1926,p.188.)

En la práctica del psicoanálisis es cotidiano hacer trabajar al concepto de represión psíquica en nuestra escucha. Incluso, plantearnos que una conflictiva psíquica está mediada por la represión ,que los fenómenos psíquicos que observamos son efecto de la acción de la represión,  puede tranquilizarnos en tanto esto nos asegura una mayor posibilidad de tramitación intrapsíquica del conflicto y  la presencia estable  de una realidad  producto de una interpretación del mundo, de las relaciones y lo vivenciado , que acude a causalidades socioculturalmente compartidas.

Nuestro yo no se ve cuestionado en sus certezas en relación a los límites entre realidad y fantasía , percepción y alucinación, delirio y pensamiento.

Pero, al menos a nosotras, nos ocurre algo muy distinto al plantearnos los efectos de la represión política y la posibilidad de su inclusión en nuestra escucha , en nuestra práctica psicoanalítica.

Aunque nos hemos constituído como sujetos,  en un tiempo en que la violencia de la represión política ha dejado huellas directas en la mayoria de las familias chilenas e indirectas en todas, es dificil encontrar,  en el discurso  encargado de dar cuenta oficial de nuestra  historia nacional, recursos que hagan compartibles estos vivenciados. Es el Estado a través de sus representantes,sus sedes y voceros que instituye un recuento e interpretación de lo acontecido y experienciado por un pueblo al interior de las fronteras de su pais ,produciendo así una historia oficial.  La historia oficial es producida desde un lugar de poder y es necesario ocuparlo para poderla escribir. Es una historia  necesariamente implicada en el  resguardo de los intereses de quienes la sustentan, por tanto dice y deja de  decir, omite, censura y desfigura sus contenidos con este preciso cometido. Hasta ahora  las  » historias oficiales» han sido necesariamente lacunares en tanto intentan negar el conflicto político que las moviliza.

Consecuentemente, en Chile, fue despues de muchos años y algunos acontecimientos que el discurso oficial estuvo dispuesto a reconocer como tales a las atrocidades , cometidas por el propio Estado en contra de su pueblo. El informe Rettig marcó en este sentido un hito.  Nombra el asesinato y desaparecimiento de personas . No se refiere a la tortura que otros mas sufrieron , así como al exilio, etc..  Tal parece que este informe y sin querer desmerecer su importancia, hace frontera con la sobrevivencia.

Hasta ahora , el Estado ha preferido referirse a las consecuencias de esos actos transgresores de lo humano en las víctimas de los mismos, al daño sufrido por ellas. Ciertamente las víctimas han sufrido  daño y han vivido pérdidas dificilmente reparables  , por no decir irreparables. Probablemente tampoco resultan elaborables en lo psíquico , por tanto son huellas del pasado que calan el presente , todo futuro presente. Pero , ¿será cierto que sólo las  víctimas directas de la represión  se vieron dañadas si se toma en cuenta que toda la sociedad estuvo expuesta a la convivencia en el escenario de lo cotidiano con lo ominoso ? En este sentido, toda la sociedad fue «víctima» de la impunidad de la que gozaron los prácticantes de actos que ni siquiera atendían a la contemplación de una de las prohibiciones mas básicas que constituyen a lo social : no exterminar al otro. Tampoco es dable pensar que los ejecutores de tales actos no quedaron dañados por esas transgresiones básicas. No es posible imaginar  que quienes se relacionaron afectivamente con ellos quedaron incólumes; menos aún sus parientes directos, hijos, nietos, etc. Son y seguirán siendo,  hijos, nietos, esposas, madres, de asesinos y violadores que actuaron con impunidad . ¿Cómo se hace para historizar, para hacer aceptable a un yo de nuestra cultura,  el ser hijo de un torturador o nieto talvez?  Mientras la historia oficial no los nombre como tales  y ellos mismos no se reconozcan en esos nombres,  continuarán en la impunidad. La figura de la impunidad , al implicar la negación de toda sanción a un acto punible, deja como representante del acto al sujeto impune. Un asesino que ha sido condenado tiene esa condición impuesta por los pares para optar a dejar de serlo. Un asesino impune no puede dejar de ser tal para los otros. Cualquier otro. No hay eufemismo posible para hacer elaborable una condición así.
Entonces , ¿porqué  cargar a los sufrientes directos de la represión con todo el daño?.  ¿Porqué al nombrarlos como «víctimas» se les rotula de «dañados», liberando de «ese daño»  a quienes no correspondan a esa denominación ?.¿Porqué el Estado instituye así su discurso?

Castoriadis dice que la historia oficial es una especie de novela que pretende dar explicación, incluir en una causalidad socio-culturalmente compartida, a los acontecimientos vividos por un pueblo. Lourau dice que sancionar como  legitimos , éticos , legales o ilegales a los hechos y actores que los desarrollan es tal vez su función central pues se la escribe para legitimar  las acciones del Estado ,de sus personeros. Su trama pretende sobre todo fundamentar como legales, legítimas y éticas todas las acciones de poder ejecutadas por él o en su nombre. Es que instituye causas para legitimar su ejercicio del poder. Castoriadis recuerda tambien que  la historia oficial no es la única historia que intenta explicar ese vivido. Afortunadamente, siempre hay otros decires que , aunque no siendo hegemónicos a nivel de las instituciones, sirven a un fin historizador. Todos los rincones grupales y las identidades colectivas, incluso la familia,  generan discursos que en su transmisión van haciendo versiones interpretativas de lo vivido.

Pero, es el discurso oficial el único que tiene el poder de «amparar» o «desamparar»  a los acontecimientos sufridos por las personas  de un sentido que los instaure en relación a    la legalidad  dominante. En nuestro pais, este discurso ha avanzado hasta nombrar y describir estos actos pero no se ha hecho cargo de incluirlos en una causalidad, de explicitar las causas que se suponen a esos acontecimientos transformados en hechos a raiz del nombre y la descripción adquiridas. Por lo tanto hasta ahora el discurso oficial no es capaz de  tolerar un tono de denuncia frente a ellos, de develar lo que se esconde tras ellos. Es así como la historia oficial de este pais aún no puede colaborar con la historización de la violencia social vivida por su pueblo  sea desde el lugar de víctima , victimario o cómplice. Oficialmente, los chilenos dificilmente podemos des-situarnos de uno de estos tres lugares sociales oficiales. Ninguno de ellos facilita la construcción de un proyecto identificatorio , al decir de Piera Aulagnier. Tal vez la única posibilidad de un proyecto de futuro es como exiliado de esa historia que el Estado avala. Es sólo en movimientos instituyentes que se pueden encontrar discursos que provean de  una respuesta compartida con otros en relación a por qué se violaron los derechos humanos en Chile, por qué el Estado pudo someter a horrores a su pueblo, por qué todavía los asesinos siguen usufructuando de posiciones oficiales y de bienes mal habidos. …No es mediante un diccionario que se puede entender que alguien sea «un desaparecido».  De hecho, tanto el diccionario de María Moliner como el diccionario ideológico de Julio Casares , y el de la Real Academia Española, no registran la palabra «desaparecido». Sí dan cuenta de las palabras desaparecer y desaparición. La segunda es definida como efecto de la primera. Respecto de «desaparecer» dicen :»ocultar, quitar de delante con presteza una cosa»,»quitarse de la vista una persona o cosa, por lo común con rapidez» .
Huelga cualquier comentario. Pero,  y por suerte, en el exilio de la oficialidad insiste la pregunta sobre qué quisieron desaparecer con «los desaparecidos».  Qué de lo vivenciado por el pueblo del que somos parte, quieren mutilar de todo sentido. ¿Estaremos en condiciones de transformar en palabras lo que hoy, nuestros  muy presentes «desaparecidos», continúan encarnando?

Queremos continuar  estas reflexiones en torno a la represión política y el conflicto psiquico recordando lo que al respecto comenta un escritor, Hernán Rivera Letelier, en relación a su enorme dificultad para rescatar la historia, de su «propio viejo», como él mismo dice, de la matanza ocurrida en la escuela Santa María de Iquique, el 21 de Diciembre de 1907:  «cuando era chico, mi madre daba pensión; entonces, 40 pampinos venían a comer a mi casa, y después se quedaban de sobremesa, yo, de 5 ó 6 años me metía debajo de la mesa para escuchar lo que decían, escuché  millones de historias pero nunca oí lo de Santa María, quizá fue tal la censura que se transformó en autocensura de los mismos obreros; al principio, por temor; después, por desgarro de contar eso tan horrible, por dolor.» «La novela que escribo tiene su gérmen  en los años 60 cuando escuchó por primera vez la Cantata Santa María, por los Quilapayún.  Escucharla realmente fue un mazazo.  Yo, que me había criado en la pampa y nunca había escuchado hablar antes de esta masacreS.» «Esta novela es una reivindicación de este suceso que en Chile han querido olvidar desde siempre.  Porque Chile quería olvidar la matanza. Cuando sucedieron los hechos la censura fue horrenda, fue terrible, … con toda la fuerza; incluso se requisaron diarios de la época, no dejaron que se hablara ni se comentara  esa matanza.» 2

Preocupación de Freud ha sido, por ejemplo en «Recordar, repetir y reelaborar» o en «El hombre de los lobos», articular los acontecimientos históricos significativos con los montajes fantasmáticos en que se inscriben y la posibilidad de su aparición en la vida psíquica , ya sea como recuerdos o como formaciones del inconciente que se manifiesten sintomáticamente tanto en inhibiciones yoicas como en el pensamiento, el cuerpo o, en actos y sentimientos que tiñen, inexplicadamente para el actor , su presente.

En este sentido, Rivera Letelier dice suponer que en las memorias individuales de los testigos de la matanza, ésta no ha sido olvidada, es factible de conciencia. Que si su padre y compañeros no dicen de tal acontecimiento , no es porque les resulte poco importante sino primero, en años cercanos , por temor a la acción represiva del Estado sobre sus vidas y despues por evitar el tremendo montante de dolor que su recuerdo evoca, por evitar algo que ya es interno a cada psiquísmo pero grupalmente compartido. Para Rivera Letelier mismo, el hijo del testigo, pareciera que la muda presencia -¿la desaparecida presencia ?- del acontecimiento en sus antecesores hiciera posible que ante la escucha de una obra de arte, éste se presentificara precipitadamente con todo su montante de afecto, incluyéndose ahora en su historia personal , haciendo de la puesta en palabras de ese no dicho , de una historización que lo incumbe,  una tarea imperiosa. Produce una novela. En el discurso oficial la matanza no figura, por supuesto tampoco la alusión a la prohibición de hablar sobre ella. Menos aún lo que se quería «matar» con ella. La prohibición era acatada por miedo y dolor a un peligro ejemplificado no en la fantasía sino en la siniestra presencia en el recuerdo de la escena de una masacre insertada en el transcurrir cotidiano. El miedo es a una acción externa, es consecuencia de una lectura de la realidad que indica que la vida depende de ese sometimiento. El dolor es interno a cada psiquismo , es dependiente del deseo de evitarlo por displacentero, por la sensación de desgarro que causa. La acción externa que atemoriza es el ejercicio de un poder que no se atiene a reconocer su límite en el respeto a la vida del otro. Por lo tanto, cualquier discurso que intentase dar cuenta de él sería de denuncia de ese atropello de lo humano, sería posibilidad de oposición , de rebelión a ese poder que lo causó.  El silenciamiento de esta rebelión  reduce finalmente a ese acontecimiento de incumbencia social a la condición de un duelo personal por lo perdido: ¿será posible decir que tanto en relación a los objetos amados como a la propia integridad como ser humano ? , ¿a la cualidad de sujeto de la propia historia ?

Cantata y novela , obras de arte, parecen intentar saldar esta deuda de palabras. Ambas intentan hacer sobrevivir al silencio, a eso acontecido transformado en mudo. Cantata y novela son intentos de puesta en vivencia, a través de  personajes singulares, con amores y odios, de la parte de la historia de un pueblo escamoteada en sus hechos y sentido por el ejercicio de un poder político represor; por el intento del Estado de encubrir su toma de posición frente al conflicto social. ¿Nos será posibilitado por las producciones artísticas, a los hijos de los testigos , recuperar a través de la historización ese sentido renegado,  que pueda explicar ese terror y dolor vivido por un pueblo enmudecido que nos incluye?  La ausencia en el discurso oficial,   del conflicto sociopolítico que decidió a los personeros del Estado a asesinar al pueblo que  se supone representa, ha propuesto transformar las acciones punibles del Estado, en duelos personales , a sus actos represivos en pérdidas privadas. Dicho toscamente: ¿ de reprimidos políticamente , de sometidos por violencia, nos han transformado en deprimidos? ¿Es ésta una hipótesis posible  respecto de la relación entre represión política y conflicto psíquico? ¿Es posible de ser incluída en nuestra escucha como psicoanalistas? ¿Es necesario que «los desaparecidos» sigan encarnando solo la representación de lo amado y perdido o los podremos «aparecer»  haciendo retornar en nosotros  nuestra cualidad de sujetos históricos?

En «Tótem y Tabú», Freud plantea que ninguna generación es capaz de ocultar a la que sigue sus procesos anímicos de mayor importancia. Elina Aguilar, en «Transmisión de la violencia social:los antepasados y su herencia», sostiene, que la transmisión de la violencia social padecida se hará bajo la forma de una repetición  en la medida en que conserva su carga traumática. ¿Cómo se puede transmitir la violencia padecida si, como dice Janine Puget, la memoria social es a menudo coartada? ;¿es que el trabajo de los analistas debería estar centrado, entre otros, en el despertar del deseo de saber; siendo  éste, justamente, el coartado, limitado o anulado y, por ende, prohibido en un contexto de violencia de Estado?*3

¿ Es que  la represión social en los llamados estados democráticos ocurre logrando ser inocua en lo psíquico?.  S. Zizek sostiene en su artículo «El underground de la política»  que a diferencia de la violencia explícita – de los estados autoritarios y totalitarios – , donde la exigencia es  el sometimiento, al «sistema liberal-permisivo» le preocupa , fundamentalmente, que quede obturada toda posibilidad de politización de la cotidianeidad, del reconocimiento en ella del conflicto de poder como un asunto político. La despolitización transforma las luchas políticas en problemas, por ejemplo, de tolerancia cultural, generando una suerte de domesticación donde la represión política toma cada vez más la forma de una censura interna, una inadvertencia del conflicto de poder que subyace.

Robert Castel, en  «La gestión de los riesgos»  plantea la importancia estratégica que tiene la construcción de modos de fragilización de determinados grupos sociales, que luego necesitarán ayuda psicológica para abordar conflictos de índole social considerados ahora como psíquicos. Sería a partir de allí, que tanto profesionales como asistidos, «pacientes,» considerarán sus dificultades como personales, individuales, privadas, y se diseñarán abordajes de cura acordes con este universo de significaciones imaginarias.  Como señala A.M. Fernández en su artículo «Orden simbolico.¿Orden político?», lo que queda impensado, imposible de teorizar, es la dimensión política de la subjetividad, y en esto lo que se consolida es la psicologización de lo social;  A  Fernández le preocupa que la «cultura psi» pueda ser, más que moda o  recurso sofisticado de ciertos ámbitos culturales , una pieza estratégica de lo que Deleuze llama el paso de las sociedades disciplinarias a las sociedades de control.

Por otra parte, la analogía con la que Freud ejemplifica la acción de la represión en «Análisis terminable e interminable» cobra textualidad en las diversas formas de ejercicio de la represión política . La censura oficial de nuestros dias, dice Freud, no haría mas que confiscar  un texto indeseable. Antes,cuando los textos se escribían a mano , ésta  podía optar entre uno de dos procedimientos:

1.-  El copista tachaba  los pasajes objetables para que el siguiente escribiente no los transcribira, de suerte que el resultado era un texto lagunoso y en algunas partes    incomprensible,  o

2.- «… no conformes con ello, querían evitar (…) el indicio de la mutilación del  texto». En este caso «lo mejor era suprimir todo el pasaje e insertar en su lugar otro, que quería decir exactamente lo contrario. El copista siguiente del libro podía producir entonces un texto insospechable, pero que estaba falsificado; ya no contenía lo que el autor había querido comunicar(…)  Podía evitar toda referencia a la mutilación del texto, desfigurarlo, omitir palabras, o sustituirlas, intercalar nuevas frases; » Freud dice que la represión  equivale a una tachadura o a una omisión, los otros métodos de defensa que desembocan en una alteración del yo des-figuran activamente el texto,»lo falsean con el fin de no dejar huellas de su mutilación.»(Freud, 1937,p.238).

De este párrafo queremos destacar que para Freud lo mas avasallante de las posibilidades de tramitación psíquica de un conflicto es el intento de dejar sin soporte representacional,  a algo ya sucedido. Dejarlo sin posibilidad de transcripción aunque sea ésta solo un signo. En todo caso, todas las operaciones represivas  acaban por mutilar el saber intentando evitar que se nombre lo que el poder instituido querría hacer innombrable. Así parece señalarlo también Freud cuando en «La Interpretación de los Sueños» dice: «va en la naturaleza de toda censura el autorizar, que de las cosas no permitidas, se digan falsedades y no la  verdad»; ¿Será casual  que cuando,  confinamos  estos decires freudianos a los manejos intrapsíquicos de un sujeto, pierdan toda la fuerza y el reconocimiento del conflicto con el poder que encierran en su dimensión política? H. Foladori en «Represión psíquica, represión política», recuerda  que Freud importa  la operación de la represión desde el campo socio-político al campo psíquico. Pero, ¿es necesario que cruce esta frontera censurado, despolitizado?.

A.M. Fernández en su artículo «Psicoanálisis en lo social y en lo político» cuenta una referencia tomada de su práctica clínica :  «Corrían los años duros de la dictadura militar y un analizante, un joven con hábitos de consumo de drogas y que circulaba en circuitos de extrema marginalidad social, en un momento de su tratamiento, produce un acto fallido.  Frente a mi invitación a que asociara libremente en relación al mismo, se sonríe y no sin ironía me dice : «sos el patrullero del inconsciente (…) en época de controles policiales permanentes, asociar  mi labor como psicoanalista con «las fuerzas del orden» me ponía en una incomodidad muy particular». Fernández dice que vale la pena hacer de la incomodidad un concepto, o sea, poder crear condiciones para hacer posible que lo que es invisible se torne visible, lo impensado se vuelva nombrable, enunciable, quizás como único modo de sostener la tensión. Propone asumir  la incomodidad de repensar o pensar de otro modo, desde otro lugar, algunas certezas psicoanalíticas … y de otros tipos, que, lejos de sostener la cualidad subversiva del psicoanálisis …y del pensamiento ,y de la palabra,  los transforman en colaboradores  de lo instituído , tornándolos estereotipantes.

Esta incomodidad es posible cuando no se omite la lucha de poder entramada en el saber.   No hay lugar para la neutralidad.  Des-hacernos de la dimensión política de los saberes y de sus prácticas nos hace cómplices de la mejor de las estrategias de la represión política, haciendo de cuentas que allí donde el conflicto sostiene las diferencias, éste es inexistente e impensable. Foucault advierte que es mas eficientemente mutilador el vigilar que  el castigar.

Por otra parte, no está de mas recordar , como lo destaca Piera Aulagnier, que el  contacto con la realidad y el funcionamiento del proceso secundario ,son tributarios de las posibilidades de incluir lo propio vivido en un discurso culturalmente compartido. Cuando la causalidad del  origen , de la filiación y de las sensaciones y afectos vivenciados,  es encontrada en un discurso social , cultural e historicamente compartido, es que el psiquismo individual puede sustentar a un sujeto instalado en un presente que encuentra explicación en un pasado y proyección en un futuro. Un sujeto que se historiza acorde a un tiempo y un espacio social.

Volvamos ahora a la novela de Rivera Letelier, recreando lo tachado y omitido en los testigos de la matanza y lo desfigurado  y «desaparecido» en la historia oficial . ¿Es posible respondernos que esa desfiguración tuvo y tiene, como dice Freud, autorización  para ser falseada en la verdad de que el detentor del poder asesinó impunemente?, ¿de que lo hizo con la intención de eliminar toda huella de lo actuado , pensado y sentido por un pueblo en tanto actor de su tiempo y sujeto de su historia?  Que, y siguiendo nuevamente a Freud , ¿el método de la desfiguración activa del texto, además de falsearlo con «el fín de no dejar huella de su mutilación (…)
desemboca en una alteración del yo?»  Si esto es así, ¿es necesario que los psicoanalistas escuchemos ese discurso singular, en que se da cuenta de tales alteraciones , omitiendo su despliegue en el conflicto social?
¿Desconociendo que al enajenarlo de esta dimensión contribuímos con «desfigurarlo» haciéndolo solo parte de una historia  singular y privada, cuando también atañe a  la historia de un pueblo  y  al ámbito público ? Es mas, ¿es posible? o inevitablemente , sea por  exclusión o inclusión ,¿nos situamos, nos implicamos respecto de él? ¿Se  puede  hablar de neutralidad mutilando a esta palabra de la dimensión política que conlleva?

Del texto freudiano se desprende también que tanto el ejercicio del arte como de la ciencia guardan relación con la capacidad del artista o cientifico de transformar en transmisible, en enunciable, lo que sino produciría síntomas o alteraciones yoicas. Ambas producciones hacen sobrevivir para otros, nosotros, como soportes significantes y condensados, a esas partes de lo vivenciado que el poder instituído teme e intenta hacer desaparecer. Ambas pueden sostener condensadamente aquello de lo que nos quieren mutilar. Pensamos que actualmente es la Unidad Popular en tanto presentificación de  la posibilidad de incluir al conflicto social, al conflicto de poder en lo cotidiano, en las vidas singulares, lo que todavía quiere ser «desaparecido» . Vale la pena, entonces,  siguiendo a Alfredo Grande,. señalar que sí,  que hay que hablar de la soga en la casa del ahorcado .

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Citas a pie de página:

1 En el segundo párrafo del Decreto Supremo nº 355 que crea la Comisión de Verdad y Reconciliación se lee «… se entenderá por graves violaciones las situaciones de detenidos desaparecidos , ejecutados y torturados con resultado de muerte…»

2 Tomado textual de entrevista periodística aparecida en Internet.

3 Marie Langer en Memoria, Historia y Diálogo Psicoanalítico hace referencia a las dificultades a las cuales se vieron enfrentados los psicoanalistas a comienzos del nazismo . En Berlín, Hitler ya estaba en el poder y en Austria los psicoanalistas se reunieron en torno a Freud y se » dictaminó que ningún analista podía militar en ningún partido clandestino, ni, menos aún, tratar a personas que lo estuvieran haciendo.» (pág 55). Más adelante ella se entera que esta medida fue promovida por Federn. En otro momento ella alude » a la gente que jugaba a que no pasaba nada, y los psicoanalistas jugaban mejor que nadie a este peligroso juego de negación». ( pág 58)

Bibliografía

Fernández ,  Ana Maria.2000, Morales incómodas:algunos impensados del psicoanálisis en lo social y en lo político, archivo Internet de revista Les etats generaux de la psyshanalyse  1999,Orden simbólico ¿orden político?, revista Zona Erógena, mayo.

Foladori, Horacio.2003,Represión psíquica-represión política, Campos de interferencia: subjetividad e institución, U.Arcis, p 37 Freud,S. 1900, La interpretación de los sueños, .Bs.As.,Amorrortu ,p- 436.,T.  V.

1926, ¿Pueden los legos ejercer el psicoanálisis?,Bs. As., Amorrortu,p.188, TXX.
937,Análisis terminable e interminable, Bs.As.,Amorrortu, p.238, TXXIII

Grande, Alfredo. 2002, El psicoanálisis implicado ,Bs. As.,Ed. Topia, Informe de la Comisión Nacional de Verdad y Reconciliación , p. VIII ,Santiago, febrerro, 1991.

Laing, R.D. 1986, El cuestionamiento de la familia, Bs.As., Paidos,
Langer, Marie.1983,  Memoria, Historia y Diálogo Psicoanalítico,México DF, Folio Ediciones , Colección Alternativas, pags. 55 – 58.
Rivera Letelier, Hernán. 2002,Santa Maria de las flores negras,Seix Barral.