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Hace algunos meses los medios hablaron mucho de los suicidios de los empleados de France Telecom (33 en 18 meses, casi dos al mes) y ya hace dos años, siempre en Francia, hubo varios casos en la Peugeot y en la Renault. Tal como hemos informado en el último número de nuestro diario(1), también en Italia, en los últimos meses han habido diversos casos de suicidio ligados al trabajo, hubo otros dos suicidios a penas 3 días atrás en Pianura (Salvatore, 58 años, mecánico, después de 15 años de trabajo saltuario) y en Nocera Inferiore (Ciro, 48 años, director del supermercado Iper Alvi de Nocera Superiore que se está cerrando, dejando en la calle a 700 trabajadores).
Es muy importante reflexionar acerca del significado de estos suicidios y acerca del sufrimiento que los determina, no solo porque todo lo que tiene que ver con las condiciones de vida de la clase explotada nos concierne directamente como trabajadores y como compañeros, sino también porque el desarrollo de este fenómeno nos permite comprender el estado en el que hoy se encuentra el sistema capitalista y sobre todo la necesidad y la urgencia de destruir este sistema para sustituirlo por el de una sociedad capaz de satisfacer las necesidades humanas.
La emergencia del fenómeno
El suicidio por causa laboral no es un fenómeno completamente nuevo. En los años 60, por ejemplo, hubo una ola importante de suicidios entre los agricultores- en particular en
Francia- donde la introducción de la industrialización en la agricultura provocó una desestabilización profunda en la existencia de los agricultores. Puesto que en esta profesión el espacio de vida privada y el espacio profesional en general coincidían, la desazón provocada en la esfera laboral de estos campesinos con su expulsión en masa del campo tuvo una repercusión devastadora sobre el conjunto de su vida.
Lo que hoy es nuevo es la contemporaneidad del aumento de suicidios en el lugar de trabajo, o bien ligados al trabajo, ya sea en varios países como en muchos sectores productivos, desde la industria al terciario.
Cuando una persona se suicida en su casa no es fácil probar que la causa principal de su gesto reside en un sufrimiento ligado al trabajo. Sobre esto juegan los patrones para intentar liberarse de cualquier responsabilidad cuando la familia quiere que se reconozca el gesto de la víctima como infortunio del trabajo. En cambio, cuando el suicidio ocurre en el lugar de trabajo o, como sucedió en los casos más recientes, el que se mata deja un mensaje a sus familiares, resulta más difícil esconder este vínculo.
Es necesario entonces interpretar el suicidio en el lugar de trabajo como un mensaje muy claro que su autor quiere entregar: “Mi muerte no es debida a una ruptura sentimental, a un divorcio o a mi “naturaleza deprimida”, es el patrón o el sistema que encarna el responsable de mi muerte”.
El aumento de estos suicidios traduce por lo tanto el desarrollo de un fenómeno mucho más amplio cual es el aumento del sufrimiento en el trabajo, del cual estos son tan solo la punta del iceberg.
Si bien el sufrimiento en el trabajo no es por cierto un fenómeno nuevo: las enfermedades profesionales existen desde hace tiempo, en los hechos de la revolución industrial que transformó el trabajo humano en un verdadero infierno para la mayoría de los trabajadores dependientes. Y sin embargo, a fines del siglo XX, el suicidio no formó parte de las
respuestas dadas por los explotados al sufrimiento que soportaban. En realidad el suicidio es fruto de un sufrimiento psíquico más que físico. Pero tampoco el sufrimiento psíquico es nuevo: las vejaciones y humillaciones de parte de los cabecillas han existido desde hace tiempo. Sin embargo, en el pasado, este sufrimiento soportado por los explotados no desembocaba en el suicidio más que en casos excepcionales.
Está claro entonces que estamos ante una situación nueva del fenómeno, situación que hay que comprender.
¿Cómo es analizado este fenómeno por los especialistas?
El suicidio ha sido estudiado desde hace tiempo, en particular por el sociólogo Durkheim(2), a fines del siglo XIX detectó en aquel sus raíces sociales y no simplemente individuales: “Si el individuo cede al mínimo shock de las circunstancias, significa que el estado en el que se encuentra la sociedad ha hecho de él una presa pronta al suicidio”
También el estudio del sufrimiento en el trabajo, comprendido en sus aspectos psíquicos, se remonta lejos. Mientras que son más recientes los estudios sobre el suicidio como consecuencia del sufrimiento en el trabajo, dada la aparición reciente de este fenómeno.
Son muchas las hipótesis planteadas y las constataciones realizadas para explicar la emergencia de este fenómeno. En particular se pueden evocar las reflexiones de Christophe Déjours, que es un psiquiatra, ex -médico del trabajo, hoy profesor universitario y autor de muchos libros famosos sobre el tema. (“Sufrimiento en Francia: la banalización de la injusticia social”; “Trabajo, usura mental”)
Algunas hipótesis…
- El “Centralismo del trabajo”: el trabajo – entendido no sólo como medio de subsistencia sino también como actividad productiva y creadora en beneficio de otros
– desempeña un rol central en la salud mental de cada individuo. Por lo tanto un
sufrimiento en esta esfera de la vida tiene consecuencias que llegan a ser más dramáticas que un sufrimiento derivado de la esfera privada o familiar. Concretamente, si alguien sufre en su vida familiar, ello se refleja menos en su vida laboral que lo opuesto.
- El reconocimiento del trabajo y de su calidad de parte de los otros: en una sociedad jerarquizada como la nuestra, este reconocimiento se manifiesta obviamente a partir de la consideración recibida de parte de los mismos jefes y en el salario que se recibe del patrón (en este caso se habla de reconocimiento vertical). Pero existe otra forma de reconocimiento, al fin de cuentas más importante para el trabajador en su vida cotidiana: el reconocimiento de su trabajo de parte de sus colegas(llamado “reconocimiento horizontal”). Este es más importante porque es el signo de su integración a la comunidad de la “gente del oficio”, con la cual comparte su experiencia y su competencia, así como el gusto por el trabajo bien hecho. También si el trabajador es mal considerado por los jefes o de parte del empleador porque rehúsa plegarse a sus exigencias, podrá sin embargo mantener su equilibrio si sus compañeros de trabajo no entran en el juego de la jerarquía y mantienen su confianza en él. En cambio, todo trastabilla si también pierde la confianza de estos últimos.
Algunas constataciones…
- El aumento de la sobrecarga de trabajo; es algo que parece paradojal puesto que, con el desarrollo de las nuevas tecnologías que permiten la automatización de toda una serie de tareas, algunos habían anunciado “el final del trabajo” o por lo menos la posibilidad de disminuir de modo significativo la carga laboral. Lo que en cambio se ha constatado en los últimos decenios es exactamente lo opuesto. La carga laboral sigue aumentando a tal punto que, en un país como Japón, se inventó una palabra nueva, Karôshi, que designa una muerte imprevista (por crisis cardíaca o accidente
vascular cerebral) en sujetos que no tenían ninguna patología particular pero que se “mataron por el trabajo” en el sentido literal del término.
Este fenómeno no es típico de Japón, si bien aquí tiene una mayor extensión. También se observó en los Estados Unidos y en Europa Occidental. Otra manifestación de esta sobrecarga de trabajo y que exigió la creación de una palabra nueva, es el sindrome de burn out, que es una particular forma de depresión ligada al stress. Es un término que habla por sí mismo: el trabajador se encuentra con cenizas por haber quemado demasiada energía.
- El desarrollo de patologías derivadas de los hostigamientos. Estas patologías han sido bien estudiadas hoy en día: síndromes depresivos, disturbios de la memoria, desorientación espacio-temporal, sensación de persecución, disturbios psicosomáticos (que en particular tocan la esfera uterina, mamaria, tiroidea).
Christophe Déjours analiza así este fenómeno: “El hostigamiento en el trabajo no es nuevo. Es tan antiguo como el trabajo. Nuevamente están las patologías. Es nuevo porque hoy en día ha ido aumentando mucho, mientras que antes había mucho menos. Entre el hostigamiento por un lado y las patologías pot otro, es necesario invocar una fragilización de las personas respecto a las maniobras de hostigamiento. Esta fragilización puede ser analizada. Los resultados son bastante precisos. Está vinculada con la desestructuración de los llamados recursos
defensivos, en particular las defensas colectivas y la solidaridad. Este es el elemento determinante del aumento de las patologías. En otros términos, las patologías de la molestia son sobre todo patologías de la soledad” (Christophe Déjours, Alienación y clínica del trabajo, Actuel Marx, nro. 39) “Hace treinta o cuarenta años, el hostigamiento y las injusticias existían, pero no había suicidios en el trabajo. Su aparición está vinculada a la desestructuración de la solidaridad entre los asalariados.” (Christophe Déjours, entrevista publicada en Le Monde del 14-08-2009). Por lo tanto, lo que permite entender el aumento de los suicidios es el sufrimiento psíquico vinculado con el aislamiento del trabajador.
…y algunas interpretaciones.
¿Cómo comprenden los especialistas este fenómeno de aislamiento de los trabajadores? Para explicar este fenómeno, Christophe Déjours atribuye una importancia muy particular a la puesta en acto, en el curso de los últimos dos decenios, de la validación individualizada de las prestaciones, “La validación individualizada, cuando está acoplada con contratos en base a proyecto o a una gestión para objetivos, cuando es recogida en un Centro de resultados o también en Centro de beneficios(3), lleva a la competencia generalizada entre agentes o entre servicios en una misma empresa, entre filiales, entre sucursales, entre oficinas, etc. Cuando esta competencia está asociada a la amenaza de despido, lleva a una profunda transformación de las relaciones en el trabajo. Puede desde ya deteriorar las relaciones de trabajo cuando está asociada a los sistemas de premios más o menos perversos. Pero cuando la validación no se acompaña de gratificaciones sino de sanciones o amenazas de despido, sus efectos deletéreos devienen patentes. La individualización lleva a ‘cada uno para sí mismo’, la competencia llega hasta conductas desleales entre colegas, la desconfianza se instala entre los agentes. El resultado final de la evaluación y de los dispositivos conexos es sobre todo la desestructuración profunda de la confianza, de la vida conjunta y de la solidaridad. Y, además, lleva a la erosión de los recursos defensivos contra los efectos patógenos del sufrimiento y de las restricciones del trabajo” (Alienación y clínica del trabajo). Él subraya por lo tanto, que uno de los factores de éxito de estos nuevos métodos de control reside en su aceptación pasiva de parte de la mayoría de los trabajadores, en particular, del clima de temor que aumenta entre ellos, sobre todo el miedo a perder el puesto, dado
el aumento de la desocupación. Él considera que la instalación de esos nuevos métodos corresponde al triunfo de la ideología liberal en el transcurso de los últimos
20 años. Déjours habla también de “sufrimiento ético”: el hecho que los
trabajadores, tomados en una situación de carga de trabajo siempre más insoportable y por la necesidad de mostrar que han conseguido objetivos insostenibles que le han sido impuestos, se ven llevados a hacer trampa y a hacer “trabajo sucio”, es decir a realizar trabajos que moralmente rechazan, por ejemplo, el de los call center, donde el trabajador es previamente adiestrado para confundir y timar al interlocutor en vías de inducirlo a la adquisición.
Un sufrimiento ético que influye también en muchos cuadros que se encargan de organizar estos nuevos métodos en los que se requiere transformarse en torturadores. En este caso es significativa la evaluación hecha por el padre del director del supermercado de Nocera “lo que más lo afligía eran esas responsabilidades que tenía como director. Los empleados se habían dirigido a él por los sueldos no pagos y los dirigentes le dijeron a Ciro que tomase de la caja doscientos Euros para pagar a los empleados. Pero él no se sintió en condiciones de darle a sus colegas, que tenían mensualidades atrasadas, una cantidad tan vergonzosa”.
Nuestro análisis
Lo que hasta ahora hemos visto son los análisis de los especialistas. El análisis que nosotros hacemos parte naturalmente desde un punto de partida diverso. Christophe Déjours es antes que nada un médico que tiene la vocación de ocuparse de personas enfermas, en este caso de personas que están enfermas por su trabajo. Nuestro punto de partida es el de la lucha para abatir este sistema y construir una sociedad sin explotación. Pero si se retoman los puntos tratados anteriormente, se puede constatar que cada uno de ellos se integra muy bien en nuestra visión.
El “centralismo del trabajo”
Esta es una de las bases del análisis marxista de la sociedad:
-el rol del trabajo, es decir de la transformación de la naturaleza, del nacimiento de la especie humana, ha sido resaltado por Engels, en particular en su obra “El rol del trabajo en la transformación desde el simio al hombre”
-las relaciones de producción, o sea el conjunto de vínculos que establecen los hombres entre sí, en la producción social de su existencia, constituyen para el marxismo la infraestructura de la sociedad; las otras esferas de esta, las relaciones jurídicas, la manera de pensar, etc. dependen en última instancia de estas relaciones de producción;
– Marx considera que en la sociedad comunista, cuando el trabajo se habrá emancipado de la constricción de la sociedad capitalista que a menudo lo transforma en una verdadera calamidad, llegará a ser la primera necesidad del hombre.
De este punto de vista son significativos los mensajes dejados por quien se quitó la vida o los testimonios de sus parientes. El electricista napolitano que se ahorcó en el bosque de Capodimonte, que finalmente había obtenido un puesto fijo pero sin el reconocimiento de los 25 años pasados como precario, le escribió a su mujer “Me siento humillado. Me daba vergüenza cuando tu te ibas a trabajar”. El obrero bergamasco Sergio, de 36 años, se prendió fuego porque se sentía inútil desde cuando “el trabajo lo había traicionado”. Así como el boloñés de 32 años que quedó inválido y otros más. Lo que empujó a estos proletarios a quitarse la vida no fue sólo la preocupación de no poder alimentar a su propia familia, sino también el sentimiento de perder la propia dignidad, la propia respetabilidad de hombre en el momento en que, no siéndote dada la posibilidad de trabajar, la sociedad te considera inútil, un peso muerto. Un sentimiento que te anula, sobre todo si estás cesante o con licencia y, por lo tanto, aislado de tus compañeros de trabajo.
El reconocimiento de parte de los otros
Es una de las bases esenciales de la solidaridad y del trabajo asociado. La solidaridad es una de las bases de la sociedad humana, una característica que asume su forma más completa con la lucha del proletariado, el internacionalismo: la solidaridad ya no se manifiesta tan
solo hacia los miembros de la familia, de la tribu o de la nación, sino hacia toda la especie humana. El trabajo asociado presupone que unos puedan contar con otros en el proceso productivo, que se nos reconozca recíprocamente. Ella existe desde el inicio de la humanidad, pero en la sociedad capitalista adquirió su máxima extensión. Es precisamente esta socialización del trabajo la que hace necesario y posible el comunismo.
La sobrecarga del trabajo
Nosotros, así como el conjunto del movimiento obrero, siempre hemos sostenido que en el sistema capitalista, el progreso tecnológico en sí no trae de ningún modo una disminución de la carga laboral. La tendencia de este sistema es la de extirpar siempre más plusvalía del trabajo de los asalariados. Y también cuando está la reducción de la duración del tiempo de trabajo (como fue el caso en algunos países con la introducción de las 35 horas), hay una intensificación de los ritmos, la supresión de los tiempos de pausa, etc. Con el empeoramiento de la crisis económica y la competencia entre los estados de los que deriva esta intensificación de la explotación, el trabajo no puede más que aumentar.
La pérdida de solidaridad que vuelve a los trabajadores más vulnerables ante los hostigamientos
¿Qué ha determinado esta pérdida de solidaridad o mejor, su fuerte debilitación? La CCI analizó este fenómeno desde hace alrededor dos decenios poniendo en evidencia dos factores esenciales:
- El atraso de la conciencia y de la combatividad al interior de la clase obrera después de la caída de los regímenes llamados “socialistas” de 1989 y las campañas sobre la pretendida “victoria definitiva” del “capitalismo liberal”, sobre la “fin de la lucha de clases”;
- Los efectos deletéreos de la descomposición del capitalismo que generan en particular el “cada uno para sí mismo”, “La atomización”, “el arreglárselas solos”, la “destrucción de las relaciones sociales que son la base de la vida en sociedad”. Estos dos factores son los que explican en gran parte el hecho que el capitalismo haya podido introducir desde hace unos 20 años, nuevos métodos de servidumbre sin causar respuestas de parte de la clase obrera, ni luchas de resistencia ante esta agravación considerable de sus condiciones de trabajo.
Puede parecer paradojal pero quien se suicida por causa del trabajo hace parte de quien intenta resistirse a este aumento de la barbarie vinculada al trabajo. De quien no se resigna a soportar una sobrecarga de trabajo, el hostigamiento, el desprecio hacia su dignidad de hombre. Pero ya que aún no existe una resistencia colectiva, una solidaridad suficiente entre los trabajadores, su resistencia y su rebelión contra la injusticia que sufre y que ve a su alrededor, resultan individuales y aisladas. Y entonces están condenadas al fracaso. La consecuencia final de este fracaso es el suicidio, que no es tan solo un acto de desesperación sino también un último grito de rebelión contra este sistema que lo ha aplastado. El hecho de que esta rebelión asuma la forma de autodestrucción es, al fin de cuentas, otra manifestación del nihilismo que invade al conjunto de la sociedad capitalista, llevada a su autodestrucción. Cuando el proletariado retome el camino de las luchas de masa, cuando la solidaridad de clase vuelva a sus rangos, entonces ya no habrá suicidios por causas laborales.
(Retomado-con adaptación a la situación italiana – de Révolution Internationale
nro. 409 – février 2010) Notas:
- Vean “La unidad y la solidaridad de clases, únicas armas contra los ataques y contra la desmoralización” –Rivoluzione Internazionale nro. 164 – http://it.internationalism.org/node/890
- David Émile Durkheim (1858-1917) Sociólogo francés, antropólogo e historiador de las religiones.
- Sistema operativo de control de gestión de hacienda que, mediante la medición de indicadores expresos resalta el desplazamiento entre objetivos planificados y resultados logrados e informa acerca de esos desplazamientos a los órganos responsables, de modo que ellos puedan decidir y poner en marcha las acciones oportunas.
Traducido del italiano por: Marcella Chiarappa