1. El caso
Llega tarde y entra medio como apurado, se justifica con que hubo un taco y se demoró. Le pido que se recueste en el diván. No cabe , pone una pierna y la otra le queda como colgando. Da la sensación de que se va hundiendo de a poco. A su vez la cabeza parece como que no encaja – luego sabré que tiene sólo 130 años -. Como por la mitad hay un gran cinturón donde se lee ¿Vió, vió? Todo lo que veo – y que me impresiona – es una gran presa en construcción. Pienso, como para mi ¿quién estará preso ? ¿Por qué estará preso? Justamente en ese lugar la vestimenta contrasta, nace como una prenda de un tejido de lana firme, con colores que a pesar del tiempo – se nota que lleva allí más de 500 años – sostiene toda su dignidad y marca su diferencia con el resto, un tanto roído, como con trozos de plástico con colores vistosos pero no hacen juego. Parches, combinación desordenada de modas diversas, cocidas de manera desprolija. Sorprende las diferencias entre los collares de oro y atuendos de sedas, al lado de trozos ya muy gastados, en hilachas que dejan ver a su vez una piel también curtida. Hay trozos rotos. A esta imagen convergen otras con igual intensidad y sentido. Pienso que ésta debe ser una muy rica metáfora del conjunto: lo roto desde tiempo inmemorial o ….. desde el memorial. Mas tarde me entero de que el roto chileno ha constituido con el tiempo una cierta inversión; de un lugar desvalorizado se ha convertido ambivalentemente en orgullo nacional. Una novela sirve en su época para fundar un estilo, plasma una cierta ilusión de identidad.
Se me ocurre otra inversión y la propongo : ¿ Roto chileno o chileno roto ? Por momentos el discurso se sitúa en las familias rotas, desintegradas y exterminadas. Recuerdo que otro paciente de una época similar hablaba de una trilogía de destinos: Encierro, destierro o entierro. Aquí, el entierro en muchos casos, ya no fue posible.
De pronto, en ese discurso melancólico aparece otro texto. Intertextos, todo discurso es un collage de textos ya escritos. Todo está ya escrito.
¿Quién habla ahora? Parece que los jóvenes, los muy jóvenes. No solamente hablan, tienen que gritar para ser mínimamente escuchados. Algo pasó con los pases, que si les cobraron ya o aún no, el caso es que con los pases no pasan y eso , como es lógico produce protestas. Como desde la nada ( estamos en los inicios del semestre) surge un movimiento que empieza a paralizar las secundarias. Lo sorprendente es que nadie los toma en cuenta, ni los universitarios, ni los padres, ni los docentes. Eso no reduce su protesta , por el contrario los paros se suceden una y otra vez, y realizan varias marchas. Los que tienen que saber , no saben , los que se tienen que hacer responsables, se escurren. En el discurso oficial eso es simplemente una pataleta de niños chicos. Las preguntas comienzan a inquietar ¿Qué pasó con las platas ? ¿Quién comprometió su palabra? Como está de moda, se instala una mesa más de monólogos.
El movimiento avanza. Confrontado alguien reconoce que hubo dolo, que algún micrero se llenó el bolsillo. Que alguien que tenía que controlar, se borró, no estuvo. La queja abandona su matiz de pataleta para adoptar la forma de una interpelación, y sobre todo cuando los pases se transforman en raspe-pases. Con el pase no pasa, por tanto raspe , y si le sale su nombre, entonces pasa…Claro está, en Chile todos tienen su raspe, hasta la Teletón ¿porqué no habrían de tenerlo también los micreros? Negocio redondo. The Clinic titula «Se chorearon los pendejos». Fenómeno extraño, los micreros retroceden tácticamente y cambian a su líder. Se acepta negociar. El problema económico pasa a segundo plano: la discusión es si el famoso pase es un servicio, un beneficio o un derecho, irrumpe así el tema de fondo; invisible a simple vista termina imponiéndose. Días después se termina aceptando el derecho de los estudiantes a viajar gratis. Ya Freud nos había mostrado que el retorno de lo reprimido no se impone tal cual, se lo puede hacer objeto de una nueva represión y debe transitar por largos proceso de transacción para poder, de alguna manera, hacerse presente, como en el sueño, el acto fallido, el síntoma, etc.
2. El analizador: el retorno de lo reprimido social
Un cierto análisis corresponde ser realizado sobre este acontecimiento. Es tal, por cuanto se constituye en el contexto en un hecho singular, un analizador , como le gusta decir a los analistas institucionales. El abril de los secundarios instala en el discurso social un tema, una polémica nueva y conmina a hablar de ella. Nadie puede quedar al margen, se constituye como un lugar privilegiado del discurso cotidiano, mostrando cierta recuperación de la palabra alrededor de un tema que no la tenía hasta ese momento. Hablar de algo de lo que no se hablaba, recuperar un cierto discurso . Sostengo la tesis de que el derecho de los estudiantes a viajar gratis era un tema del que no se podía hablar.
Fenómeno similar ocurrió cuando la detención de Pinochet en Londres, para algunos el hecho más significativo desde el golpe de Estado. Hecho por demás insólito y sobre todo inesperado, como caído del cielo. Puesta la represión entre rejas, es posible entonces hablar. Rota la muralla defensiva , algo se cuela, y entonces personas que habían olvidado, recuerdan, comunican , ponen en palabra , dicen cosas que nunca habían sido dichas antes.
Esto ocurre con los secundarios que hablan desde otro lugar donde el discurso social comienza por no reconocerse. ¿Desde qué lugar ? Ellos no fueron objeto de la tortura, de la persecución, del encarcelamiento, ni siquiera del toque de queda. Tienen a lo más 16 años, nacieron con la vuelta a elecciones ( más preciso que hablar de vuelta a la democracia). Saben sobre la dictadura aquello que está en el discurso social, por referencia, no como experiencia personal, conocen por la historización de otros mayores. Por ello, lo que a través de su discurso surge tiene una doble determinación que importa señalar.
Por un lado, para ellos se trata de su movimiento, de su contingencia, de su lugar propio en esta sociedad, la de los secundarios, parte de la vida de ellos, de sus reivindicaciones, de sus luchas. Pero por otro, se trata de un lugar donde cierto discurso social vuelve, donde es posible que se exprese de manera desplazada el retorno de lo reprimido social , porque es allí en el discurso adolescente que se desmarca de la represión social global, que ejerce la dictadura disfrazada en la cual vivimos.
Porque lo que mas sorprende es que el problema del derecho de los secundarios a viajar gratis existió en una época remota y fue reprimida violentamente cuando con tanques se empezaron a negar muchos derechos que la población tenía. El modelo implantado a sangre y fuego tenía que hacer negocios. Y allí estuvieron los militares para posibilitar eso. ¿Qué negocios se podían hacer en un país de todos? Por ello , aunque los adolescentes – como discurso- no sean conscientes de ello, su triunfo es valorado por todo el discurso social ya que se trata de comenzar a poner las cosas de nuevo, en su sitio. El retorno de lo reprimido rompe tal cual un lapsus, el discurso oficial produciendo un nuevo sentido.
Pero situémonos más allá de lo anecdótico. El problema del pase, roto ahora en tanto raspe y redefinido en tanto retorno de lo reprimido político plantea una disyuntiva sobre la cual rara vez se reflexiona.
Lo reprimido político, institucional (si el pase es un derecho, es entonces una institución), es algo que está allí, está reprimido pero está y según la mecánica del conflicto social tratará de abrirse paso con el pase (mecanismo del desplazamiento) para retornar a la concienciasocial. No está presente pero está latente. Es decir, late, insiste, está vivo, vuelve a la memoria accesible. Su retorno dependerá de la coyuntura, del momento y de la disminución de la fuerza represiva.
3. ¿Efecto de la pérdida o de la represión?
Nótese que la memoria social no tiene nada que ver con los individuos soportes, no se trata de que algunos recuerden, se trata de que la memoria se hace presente – como retorno de lo reprimido – en otros agentes diferentes a aquellos sobre los que operó la represión. Lo escrito, escrito está, no se pierde pero no se sabe cuándo y a través de quiénes se recupera.
Distinto es si el objeto ha sido perdido, porque entonces no está, no es asequible y no hay posibilidad de que retorne. Solo resta aceptar su perdida , como en un duelo o vivir el duelo de manera permanente.
Esta dualidad de alternativas supone además un cierto referente energético ya que el yo social se halla con distintas fuerzas según el caso. Si el objeto está perdido, en tanto objeto de amor, se fue con una parte nuestra, permaneciendo nosotros tristes, desganados , con esa mezcla de rabia y depresión – cuando no de remordimiento – que inmoviliza y aísla. Recuperar las energías depositadas en el objeto y que se fueron con él, llevará tiempo; la melancolía estará presente, todo será gris.
Pero en el caso de la represión un litigio está presente, una lucha, una mecánica del combate, un juego de posiciones. No hay por tanto debilitamiento sino movilización estratégica. La inactividad, el desinterés, la apatía , pueden presentarse entonces como camuflajes para descolocar a la represión. El combate es desigual pero los recursos son ilimitados; esto es lo que nos enseñan los secundarios.
El ejemplo de los secundarios es tan sólo uno, pudiera haber muchos otros , tendría que haber muchos otros que se constituyen en el retorno de lo reprimido, si podemos identificarlos. En este mundo complejo en que vivimos, no todo es igual, hay fisuras, fracturas, roturas por donde lo reprimido se cuela cumpliendo su misión: derrotando a la represión. Todo depende de cierta escucha, sensibilidad necesaria para comprender.
Me parece que esta discriminación entre lo perdido definitivamente y lo que nos parece perdido pero que en realidad está reprimido, nos induce a algunas conclusiones.
En primer lugar , no hay que dar nada por perdido hasta que se demuestre que está perdido definitivamente no existiendo posibilidad alguna de recuperación. En segundo lugar , no hay que dejarse llevar por una cierta apariencia de los fenómenos; un poco de paranoia, de sospecha, de desconfianza ayuda a valorar los acontecimientos de otro modo. En tercer lugar , se requiere de una actitud atenta, capaz de escuchar y percibir los matices en los procesos sociales, arrimando a una valoración diferente de ciertas coyunturas.
Por último, cierta acción sobre el debilitamiento de la represión política se constituye en una alternativa para poder recuperar lo nuestro, por la vía del retorno de lo reprimido.
4. La represión institucional: lo no dicho
Se trata entonces de profundizar un poco más en la naturaleza de la represión institucional, política y realizar algunas reflexiones acerca del vínculo entre represión psíquica y represión política o institucional ya que se trata de la represión a cargo del Estado.
Hay que señalar que la represión institucional si bien opera como represión, en sentido estricto no tiene las características atribuibles a la represión psíquica por cuanto no se trata de algo que se halla en lo inconsciente de los diversos integrantes de la sociedad. La represión institucional es aquella que se instala a partir de una normativa que prohíbe hablar, acto que funda la dictadura en la medida en que se establece la censura previa, así como por ejemplo, la prohibición de reunión o de expresión. A través de este medio, el aparato político se asegura de que ciertos significantes no circulen por el medio social , ciertas cosas no puedan ser dichas y se bloqueen los caminos del intercambio de ideas.
Una consecuencia directa de estas medidas como corolario es que la represión institucional produce en segunda instancia, la imposibilidad de pensar ya que al no poder hablar, tampoco es posible pensar sobre ello. Dado que el pensar se realiza únicamente con palabras, si se ha prohibido el uso de palabras se afecta entonces la posibilidad del pensamiento. Por ello es que en los períodos de dictadura, se produce una regresión muy significativa en el terreno de la cultura ya que se estanca la producción de relaciones, de ideas nuevas. Van a ser los artistas como emergentes del discurso social, los que a través de sus producciones plantearán desplazadamente y de manera metafórica temáticas que solamente podrán ser comprendidas tiempo después, cuando se desbloqueen los mecanismos represores institucionales.
Por tanto, la represión institucional se sitúa en el plano de lo no dicho más que en el plano de lo latente ( o reprimido en lo inconsciente como le gustaba mostrar a Freud). No se trata de que la gente no haya sabido en ese entonces y que no sepa que hay desaparecidos o que existió la tortura, pero no es posible hablar de ello y su sola mención sitúa al sujeto en el lugar de la ilegalidad. (Si bien no fue el caso en todos los países, en algunos se prohibió que la prensa utilizara expresiones como : guerrillero, subversivo, combatiente, etc., debiendo emplearse términos que aludieran a delitos comunes. ) Esto trastoca de manera significativa el concepto de memoria social así como la estrategia conducente a «restituirla». Lo no dicho institucional no tiene que ver explícitamente con el tema de la sexualidad como en el caso de la represión psíquica. Lo no dicho alude a la manera en como se reprime la temática del poder y del ejercicio del poder. Por ello, sería banal pensar que lo no dicho institucional desaparece con solamente decirlo – ya que es sabido y no inconsciente, se lo podría simplemente decir -. Lo no dicho solamente puede ser desmantelado en tanto es posible desarticular los mecanismos que hacen que lo no dicho permanezca como tal . Y estos mecanismos tienen que ver con el ejercicio del poder.
En la medida en que dicho poder sin límites, el poder de la impunidad ya que se define como el poder total , pueda ser limitado en sus funciones , aunque mas no sea de manera transitoria, se libera de manera automática cierta palabra en torno a las temáticas explícita o tácitamente prohibida.
A modo de ejemplo , la mayor contribución del Juez Garzón fue generar otra normativa que colocaba «entre rejas» la normativa de la prohibición pinochetista con lo que la consecuencia inmediata fue poder recuperar la palabra, poder expresar aquello que estaba prohibido que se dijera. Es decir, posibilitar la liberación de la palabra y del pensamiento en la medida en que el miedo – principal instrumento que es ejercido para sostener la prohibición – disminuyó considerablemente, por cuanto había otro poder más fuerte, que podía controlar a aquel que aparecía como el poder total.
Ahora bien , la lucha por la memoria social se ha situado con razón, en el plano del discurso oficial porque es allí donde debe poder circular lo no dicho al igual que es en el discurso manifiesto donde debe poder encontrar su lugar la sexualidad reprimida. Así como es a través del chiste que la sexualidad escapa a la represión psíquica, es también a través del chiste que el tema del poder – y sobre todo del poder despótico, impune – escapa a la represión institucional. Ya Freud se había dado cuenta de que el chiste es el más «sano» de todas las formaciones del inconsciente ya que se lo construye para ser dicho con lo cual cabalga al mismo tiempo en el espacio intrapsíquico como en el interpsíquico. Se constituye entonces en el retorno de lo reprimido psíquico y social.
5. El retorno de lo reprimido institucional
Deseo abundar en el tema de la represión institucional con una ilustración del propio Freud. En su segunda conferencia dictada en los Estados Unidos en 1909, Freud recurre a un ejemplo para mostrar el proceso de la represión: en síntesis, supone que dentro de la sala de conferencias podría existir un individuo revoltoso que lo distrajera de su tarea con comentarios, risas y ruido. Se vería entonces en la necesidad de detener la conferencia y solicitar que el barullento sea desalojado (represión) de la sala, colocándose algunas sillas contra la puerta para impedir su reingreso ( resistencia). Se podría entonces retornar a la disertación siempre y cuando el individuo ahora fuera del recinto no generara tal jaleo que imposibilitara la escucha, por cuanto quisiera reingresar y participar con los demás. En tal caso no había mas remedio que solicitar una intermediación ( transacción) a los efectos de negociar el reingreso del susodicho, pero a condición de que no perturbara más el normal desarrollo de la conferencia.
Como puede verse a través del ejemplo, la problemática central no es llamativamente aquella de la sexualidad como podría suponerse si Freud habla del psicoanálisis, sino la del poder: Se produce una suerte de atentado al orden instituído – la conferencia- reduciéndose al revoltoso y colocándolo en el exterior de la sala. En tal caso, ya no es necesario volver a hablar de la situación y se puede retornar al tema de la conferencia. El tema del excluido ha quedado tácitamente prohibido. Va a ser el barullo exterior el que va a poner nuevamente al excluido en el discurso de la sala, produciéndose entonces una instancia de negociación política, la que de tener éxito readmitiría al barullento a condición de que su comportamiento se atenga a las normas de convivencia del lugar.
Como se puede apreciar, el ejemplo aporta a una comprensión de un problema fundamentalmente político . Es muy interesante este «desliz» del pensamiento freudiano ya que se traslada el dispositivo de análisis de los psíquico a lo político. No podía ser de otro modo por cuando se trata de análisis de discursos. El análisis de la transacción le sirve a Freud para concluir que «no es esta una figuración inadecuada de la tarea que compete al médico en la terapia psicoanalítica de las neurosis.» Es extraño en este caso que Freud no haya puesto como ejemplo lo ocurrido con alguno de sus casos, con Dora, con Juanito, con el Hombre de las ratas. ¿O es que Freud quiere darnos a entender otra cosa? ¿No será que la represión psíquica es en una primera instancia represión política ? ¿No se tratará de que el mecanismo de la represión es esencialmente un procedimiento político y , en todo caso, no se debería hablar de política de las relaciones interinstancias?
Voy a sostener la tesis de que el asunto hay que plantearlo justo al revés. Freud importa el concepto de represión del campo político-social al campo psíquico. La génesis social del concepto se impone así en toda su magnitud. No se trata de un pasaje de lo psíquico a lo político sino de lo político-institucional a lo psíquico, y este no es el único ejemplo que da Freud, veamos. Cuando Freud tiene que dar cuenta del mecanismo de la censura en el límite mismo entre el sistema prec.conc. y el sistema inconsciente, recurre a un ejemplo por demás célebre. Dice Freud que la censura funciona como en la frontera rusa donde las cartas aparecen tachadas en líneas o párrafos , en que la propia tachadura denuncia la presencia de la censura, queda una marca. Vuelve entonces a importar del campo político un ejemplo que le permite teorizar el mecanismo de la censura psíquica, mostrando que opera como aquella política.
La lucha política se ha situado últimamente en torno a cómo el discurso oficial se conforma, se construye. Porque es en el discurso oficial donde la ausencia de temas se hace palpable ya que es sobre ello que lo no dicho – como normativas tácitas – encuentra su lugar. Los temas excluidos lo son en tanto la propia formulación del discurso social implica un particular lugar de poder – por apropiación de éste – el que no puede dejar de manifestarse más que como violencia sobre aquellos que se hacen cargo de enunciar los temas en cuestión. Por ello, no es necesario que se prohíba por decreto hablar de ciertas cosas aunque las dictaduras llegan al ridículo de prohibir expresamente palabras – como en el caso uruguayo y argentino – o el colmo de la payasada cuando en ambas márgenes del Río de la Plata se prohíben los 7 tangos «subversivos» de Gardel. En muchos casos basta con operar no dando lugar al reconocimiento oficial de dichos discursos. Otro caso por demás insólito ocurre luego del atentado contra las torres gemelas, cuando al gobierno norteamericano se le ocurre que 150 canciones deben ser suprimidas del discurso cotidiano. Ahora resulta que Imagine, New York New York, y otras tan célebres como esas tendrían algún tipo de valor terrorista…
6. El mecanismo de represión institucional
Creo que puede aportar para comprender esto el modelo que Ronald Laing (1969) propone para pensar el secreto familiar, desde la metanormas. Laing sostiene que no puede existir tan solo una prohibición, ya que la misma tendría que necesariamente mencionar el tema prohibido. Es imprescindible que exista una segunda normativa que prohíba hablar de la primera, a los efectos de que la normativa original tampoco pueda ser enunciada. Pero a su vez la segunda normativa también tendría que ser prohibida porque de lo contrario indirectamente se podría llegar al tema prohibido originariamente. Esto conforma una lista infinita de meta normas en las que cada una tendría que ser prohibida por la subsiguiente, cosa de asegurar que jamás se pueda llegar a hablar del tema en cuestión.
A Laing – y nosotros – nos interesa más trabajar sobre el sistema de normas (prohibiciones) tácitas, más que aquellas explícitas, que por serlo ya están hablando de lo que dicen que constituye lo no dicho. Las prohibiciones tácitas son más sutiles, creo que suponen un sistema represor más eficaz ya que opera directamente a nivel del discurso de cada quien, casi como autocensura.
Propongo que este sistema que da cuenta de como se sostiene el secreto al interior de la familiar podría perfectamente ser utilizado para pensar la represión política de ciertos temas en el discurso oficial del Estado. Veamos esto con algún ejemplo sobre el modo en que se instala y funciona lo no dicho.
Hans Christian Andersen (1876) era un maravilloso conocedor del comportamiento humano. Sus cuentos, que plasman una rica imaginación, han dado la vuelta al mundo generación tras generación. Su impacto en la mente de los niños no ofrece lugar a dudas así como tampoco en la de los mayores. Algunos podrían decir que este autor puntualizado temáticas significativas al considerar en sus cuentos conflictos internos y sociales prototípicos.
Uno de estos cuentos conocido como el de Los vestidos nuevos del Gran Duque , muestra una capacidad de entendimiento de lo humano, de lo socio-institucional y de los mecanismos que operan en los grupos.
Brevemente: el cuento gira alrededor de un Duque que gusta de presentarse con los vestidos más suntuosos y variados, y que llega a cambiárselos varias veces al día. Llegan al poblado un par de charlatanes que se presentan como famosos tejedores de las telas más deliciosas y mejor diseñadas, así como por la finura de los productos empleados, hilos de seda y oro. Estos vestidos poseían la virtud de ser invisibles para todos los que no supiesen desempeñar el oficio o fuesen demasiado brutos. El Gran Duque no puede permanece impasible ante tal oferta seductora y decide encargarles la realización de un suntuoso vestido y de esta forma podrá saber el valor de cada uno de los miembros de su ducado, distinguiendo a los inteligentes de los tontos. Los tejedores comienzan pidiendo fuertes sumas de dinero para comprar el hilo, realizando una parodia de su arte de tejer en pura mímica ya que no hay tela visible. El Gran Duque envía varios representantes para ver el avance del trabajo y todos, para evitar ser tildados de tontos, evitan mencionar que no han visto tela alguna. Regresan al palacio e informan con cantidad de detalles de lo maravilloso del trabajo de los tejedores, de los colores y de lo fino del tejido logrado.
Así, llega el día del estreno y claro está, el Duque no puede menos que seguir la parodia para no pasar por tonto; se coloca el vestido, el que además es sumamente liviano, sale a la calle con toda una guardia de acólitos que no dejan de alabar el magnífico trabajo de los tejedores y lo bien que el mismo sienta al Gran Duque. Todo ello transcurre en un clima festivo hasta que un niño del público exclama «¡¡el Duque está desnudo!!»
Todo el cuento gira alrededor de una imagen, aquella que tiene que ver con un magnífico vestido. Nótese que la «ilusión» se construye como una suerte de creencia, de representación imaginaria, que tiene que ver con una imagen determinada de uno mismo . Así, el Duque no puede dejar de pensarse portando un maravilloso vestido y ser objeto de admiración y envidia por parte de aquellos que lo rodean, así como de estar dotado de gran inteligencia. El caso es de que esa imagen es aquella que el descubre en su propio espejo donde ve lo que quiere ver . Esta «ilusión» comienza a circular por la masa: todos «acuerdan» que el Duque está vestido esplendorosamente, aunque en realidad «vean» otra cosa . Estrictamente hablando, no se aplica en este caso el problema de la renegación que Freud (1927) planteara como un problema de percepción en el fetichismo. La necesidad de continuar perteneciendo al colectivo hace que nadie se atreva a denunciar el tácito complot porque hay algo que ha sido normado en el discurso popular. De este modo , resulta por demás claro que el grupo humano funciona a partir de lo que tienen permitido expresar y en ningún caso desde una visión de la realidad que se ajuste a los hechos que pudieran ser descritos. Claro está, si bien es cierto que en el cuento todos lo saben (que el Duque está desnudo), en la vida cotidiana muchas veces no se sabe, en el sentido de que hay cosas que aunque se sepan, mejor no saberlas porque , por ejemplo, la vida de uno puede correr peligro. En ese sentido hay que diferenciar el tema de la creencia ( Ya lo se… pero aún así, decía Freud y comenta en extenso Mannoni (1964)) de la imposibilidad de comunicar una percepción por cuanto dicho significante está prohibido en el discurso social.
Es decir, el imaginario social es el que determina la posibilidad del cambio, el grupo opera a partir de su propia representación , no a partir de lo que es. Andersen disfruta del embaucamiento a que el pueblo es sometido, embaucamiento que ocurre a diario y que sucede una y otra vez cuando se tejen en el discurso social las propuestas más deshilvanadas. No se trata tanto de lo que se le hace creer a la gente como de los mecanismos que en la gente, tienen la virtud de operar una puesta entre paréntesis de evidencias. «No hay peor ciego que el que no quiere ver» parece recordarnos Andersen , quien no puede dejar de ridiculizar a la supuesta masa adulta a través del comentario del niño que denuncia el fraude. Sin embargo, el problema parece situarse más allá de la percepción en tanto se trata de un mecanismo de represión política que impide hablar de algo.
Al mejor estilo de un portavoz – diría E. Pichón-Rivière (1971) – el niño es capaz de poner en palabras una verdad, la que a su vez anuncia el camino ostensible de la represión; así como la puesta en movimiento de otros mecanismos de defensa (el Duque , a pesar de su vergüenza, sigue haciendo como si no fuese verdad lo denunciado por el niño), el espectáculo debe continuar. El aparataje del encubrimiento, el cuidado de la imagen y lo desnudo que queda el Duque – no tanto en cuanto a su vestimenta sino en lo que anuncia como mecanismos psicológicos de engaño, autoadoración y ocultación frente a un hecho que replantea de inmediato su lugar. En todo caso, parece que lo obvio es lo más difícil de ser visto y en todo caso, dicho.
Hay algo que tiene que ver con la desnudez y cierto recubrimiento que no puede ser dicho. No se puede hablar de ello porque, fue normado así por los embaucadores, que por operar desde un determinado lugar de poder tienen la capacidad de normar las posibilidades del discurso. Es cierto que los tejedores se sitúan con respecto a los demás en un determinado lugar social de poder: son aquellos que pueden hacer – porque cuentan con el instrumental – aquello que otros no pueden. Y desde allí proyectan una imagen que resulta seductora sobre el Duque en primer lugar; con la complicidad de éste, sobre sus acólitos. Dicho de otro modo, no cualquiera puede normar el discurso social, ello debe ser realizado desde cierto lugar de poder. Pero dicho lugar no es el del jefe, sino de aquellos cercanos al jefe que tienen ciertos intereses en el asunto. La normativa entonces , la prohibición de hablar «desciende» por la escala social y todos, de un modo u otro se van afiliando a la normativa que reza que hay que respetar la prohibición. En todo caso, todos aparecen identificados con el lugar del duque, todos aspiran a ocupar ese lugar y gozar de los beneficios que ese lugar les confiere; por tanto, acatan el mandato implícito.
El niño es el que aparece ajeno al poder, por tanto ajeno a la confabulación social, ajeno incluso a la aspiración de poder y por tanto, es el que queda al margen del discurso normado. Su marginación estructural del discurso normado es lo que le posibilita descubrir que hay una feroz contradicción entre el discurso y los hechos; en suma, es el único que puede pensar denunciando el acuerdo social. Aparece como el niño ingenuo que «sin saberlo» interroga el sentido. Siempre me maravilló aquel niño que ante un vendedor que golpea la puerta , sale y le dice «Dice mi mamá que no está»
(*)Trabajo presentado en el Encuentro organizado por el ICHPA sobre Cultura y psicoanálisis, Santiago de Chile 2001
Bibliografía:
* Andersen, Hans Christian (1876) La sirenita y otros cuentos, Centro Editor de América Latina, B.A.,1972
* Freud,S. (1910) Cinco conferencias sobre psicoanálisis, O.C.,T. XI Amorrortu, B.A., 1976
* Freud, S.(1927) Fetichismo, O.C., T. XXI, Amorrortu, B.A.,1976
* Laing, Ronald (1969) El cuestionamiento de la familia, Paidos, B.A.1982
* Mannoni, Octave (1964) Ya lo se …pero aún así, La otra escena, Amorrortu, B.A.,1973
* Pichón-Rivière, Enrique (1971) El proceso grupal, Nueva Visión, B.A.