Comentarios acerca de la dimisión papal
Un texto para meditar con calma. Es verdad que Moretti ha sido profético al plantear el tema de la dimisión ante un rol que no se puede asumir. Pero yendo más allá, es el tema de la muerte el que está fuera del pensamiento materialista y que- por otra parte- es muy real. El pensamiento y lenguaje tienen su límite y “sobre aquello de lo que no se puede hablar, es necesario callar”
No soy un fan furioso de Nanni Moretti, no todas sus películas me han gustado y él me resulta bastante antipático. Pero algunas de sus producciones (quizás Bianca más que otras) denuncian al genio. Y cuando vi Habemus papam me arrodillé ante la talla de este director de cine.
Sobre el fondo de esplendor barroco de la Iglesia de Roma, encarnación terrena de una potencia ultra-terrenal, esa película habla de la depresión contemporánea: el mundo que los hombres han construido se ha salida de la órbita humana para entrar en la órbita de una divinidad técnica que el hombre ha creado y de la cual ha perdido el control. Demasiado complejo, demasiado veloz es este mundo que la potencia técnica ha sustraído a la voluntad divina. Demasiado cruel para poder ser elaborado según las categorías de las que dispone lo humano.
Y lo divino no es más que la proyección frágil de una ilusión humana, y dios no sirve de nada cuando finalmente somos capaces de comprender la última verdad: que no hay ninguna verdad en nuestra historia, no hay ninguna esperanza, tan solo hay el placer de los sentidos y de la poesía, y la alegría de la construcción colectiva, que es ilusión colectiva, construcción de un puente de sentidos sobre el abismo del no-ser del sentido. Caminante no hay camino, se hace camino al andar.
Pero cuánta energía se necesita para caminar cuando sabemos que no hay ningún recorrido ni algún punto de llegada, cuánta energía se necesita para que ese puente pueda sostener nuestro camino, cuánta energía se necesita para que la ilusión pueda producir edificios, eventos, descubrimientos. Esa energía se agota cuando la entropía se adueña del cerebro.
Alzheimer, depresión y envejecimiento del género humano van a la par con el agigantamiento de la meta máquina, de la cadena de automatismos técnicos que nos obligan a continuar el juego: Matrix, psicofarmacología de la ilusión obligatoria, ficción de eternidad biotécnica. El pacto que Fausto estableció con Mefistófeles en los inicios de la época moderna le ofreció la potencia necesaria para desafiar el tiempo. Pero la vejez no es solo decaimiento físico de las células, también –y sobre todo- es pérdida de coherencia del orden que permite interpretar y sostener sentido mientras el ritmo se acelera.
Exorcismos satánicos con la aparición de lo verdadero.
El martirio público (mediático) de Wojtila fue una gran lección teológica: la mueca, el grito ahogado, las palabras incomprensibles con la mano vacilante engarfiada en el aire, decían que el espíritu santo se expresa en el sufrimiento de la carne, y que el mensaje no es articulable en palabras, porque el mensaje último es justamente aquel que los sonidos desarticulados de un hombre torturado por el mal pueden comunicar. El venir a menos del orden molecular que da sentido, la fuerza superior del mal, del tiempo, de la muerte.
Ese poderoso polaco, criado entre los obreros y los mineros, condujo su lucha contra Satanás hasta el final, hasta que-como era inevitable- Satanás venció, puesto que Satanás siempre gana.
Por otra parte, Benedicto se cagó de miedo, digamos las cosas como son.
Comparto humanamente su gesto de humana cobardía, admito la fragilidad que lo asemeja al Michel Piccoli de Habemus papam. Cuando Satanás se mostró en un rincón de la alcoba vaticana, en la que el viejo pastor alemán dormitaba, él reaccionó como es natural que un hombre anciano lo haga: pidiendo jubilarse.
Millones de viejos torturados por decenios de trabajo, fatiga física y psíquica, humillaciones padecidas por enviar a los hijos a la escuela, pidiendo lo mismo: el derecho a jubilar. Este derecho nos lo niegan porque Satanás neoliberal se adueñó del puesto de comando financiero y político.
Lamentablemente la medicina moderna puso a nuestra disposición instrumentos farmacológicos que nos obligan a vivir mucho más de lo que nuestro cuerpo y -sobre todo nuestro cerebro- pueden tolerar. La epidemia de Alzheimer a la que estamos expuestos es el castigo despiadado para la humanidad que se aferra a la vida, no porque la ame (¿cómo podría amar una vida horrible, la lenta descomposición de la memoria, del reconocerse?) sino porque es de su propiedad, estamos acostumbrados a no abandonar –por razón ninguna- lo que nos pertenece (lo que creemos que nos pertenece).
Benedicto llevó a cabo un gesto enorme, desde el punto de vista teológico, un gesto que sólo se dio una vez en la historia de la Iglesia romana, por ese Celestino que Dante condena puesto que el gran rechazo señala un venir a menos de la fe en la infinita potencia de alguien.
La lección de Benedicto es que no existe ningún dios que pueda salvarnos de nosotros mismos, y que sería mejor que nos lo tomáramos con calma: gozar de la vida y aprontarnos estoicamente a abandonarla, conscientemente, voluntariamente, lúcidamente. Porque es la única manera de hacerle burla a Satanás, cuando él, abandonadas las amables vestiduras del seductor, debe (contra su propio deseo, que quede claro) aparecérsenos melancólicamente como el maligno.
Un filósofo contemporáneo-cuyo nombre callaré- ha dicho recientemente, no recuerdo en qué texto, que elpensamiento filosófico debe ser esencialmente una meditación sobre la vida. Naturalmente, se puede decir, cómo no, pero de este modo se corre el riesgo de banalidad publicitaria. El pensamiento materialista, el pensamiento ateo, el pensamiento autónomo y comunista necesitan más que nada una meditación sobre la muerte. Es justamente la muerte lo que nuestro ateísmo no ha sabido ver, ha querido ocultar, reenviar, remover. Con el resultado que no sabemos cómo comportarnos cuando muere un compañero, en algunos casos nos dirigimos al cura porque la religión hizo de la muerte su argumento principal, mientras que los ateos hablan de la vida como si la muerte no fuera parte de ella, como si fuese un incidente marginal y no como es, el sentido de un recorrido que no tiene sentido. Las consecuencias de esta remoción son a la vez filosóficas y políticas: esta remoción nos indujo a creer que la justicia sería posible, que la democracia y el comunismo lo fueran. Nada de esto es posible puesto que la muerte es la verdad sobre cuyo trasfondo se pueden apreciar plenamente la alegría de la revuelta, la belleza de las formas, el gozo de la vida colectiva y la potencia de la construcción y de la ciencia. La verdad es la materia, su degradarse, la pérdida del orden que acompaña nuestro trayecto. Autonomía significa construcción consciente del mundo sobre la nada, de la felicidad en la ilusión compartida.
La muerte deberá ser inscrita en el horizonte del materialismo porque sólo conociendo el límite –de nuestro tiempo, de nuestra vida- podemos comprender lo que el comunismo dialéctico (idealista) nos ha impedido ver: que el vencedor no vence nada y que la lucha por la libertad está perdida desde la partida y que sólo en la autonomía (consciente) de la conciencia de lo inevitable es posible vivir felizmente y morir lúcidamente, es decir libremente.
Franco Bifo Berardi 13 de Febrero de 2013