2006
Escuela de prevención José Bleger – Rimini
La adolescencia es un conjunto de historias entrelazadas, un grumo de posibilidades que se abre, pasando por la mutación del cuerpo.
Con deslizamientos progresivos, sin previo aviso, la voz cambia, se asoman pelos por doquier y, de los genitales salen líquidos desconocidos o demasiado conocidos, como la sangre.
En la vida cotidiana transitan deseos desbocados, se agitan pulsiones prepotentes, emergen nuevas emociones.
Y, en un despertar matutino después de sueños inquietos, nos sentimos como Gregor Samsa, transformados en un enorme insecto. Pero esta metamorfosis kafkiana no es individual, los amigos y las amigas también están cambiando.
Hay sin embargo una entrada individual, un recorrido corporal, una singularidad que se introduce en ese estado modificado de consciencia que llamamos adolescencia.
La adolescencia es singularidad, es mi adolescencia, pero al mismo tiempo, pluralidad: las múltiples adolescencias de mis amigos, o las adolescencias de quienes me han precedido, por ejemplo, mis padres.
¿Qué está ocurriendo?
El cuerpo del niño es abandonado, el viejo envoltorio ya no está, es inútil buscarlo. Tan solo quedan recuerdos, nostalgias de un olor, el terror de un sonido, imágenes que atraen o que repugnan, sonrisas y guiños, puños y caricias.
No obstante conservamos simulacros de ello en las fotos, en los soportes magnéticos o en los papeles, para así ayudar a la memoria que sólo puede acceder a las emociones ligadas a los objetos familiares: una muñeca, un soldadito, el florero de mamá que yo rompí y que papá recompuso, el oso de peluche que ya no habla, etc. , en la serie que puede incluir errores y horrores, violencias, seducciones; “no hagas eso que me lastimas”, “me has lastimado”, “recuerdo”, “no debes recordar esto”
Pero no hay tiempo para llorar al pequeño que fue y que vuelve a asomarse en alguna fantasía familiar regresiva. Hay que volverse adulto.
Sí, pero ¿qué adultus? ¿Quién es el que se ha vuelto, el ser cumplido? ¿De qué modelo llegará a ser copia el adolescente?
Esta “adultez” es una idea platónica, evidentemente es un mito, como lo ha demostrado en los años sesenta Georges Lapassade.
Nosotros nacemos prematuros, necesitamos cuidados durante un tiempo enormemente superior al de cualquier otro animal. Somos seres incumplidos, que solo un grupo está en condiciones de completar. Y es en un grupo primario, la familia, donde se organiza un esquema conceptual de referencia y operativo, la matriz grupal de la subjetividad.
Es precisamente este esquema el que cambia en la adolescencia, sin un modelo pre-constituido, puesto que el viejo grupo familiar ya no es suficiente para contener las presiones pulsionales.
La mente infantil se abre, los límites desaparecen y aparece un mundo en su esplendor y en su miseria. El adolescente, cual Siddharta, quiere ver el mundo, quiere salir del palacio dorado, o peor, quiere huir más allá de los muros del infierno de su grupo primario.
Abiertas de par en par las puertas de casa, él sale de la familia para acceder a otro estado de consciencia.
Pero como no existe un “adulto absoluto” más que al interior de las determinaciones histórico-sociales, tampoco existe “el adolescente absoluto”
El joven Werther, o el joven Holden, repiten la misma historia de rebelión o de desilusión de la inmersión en el mundo y de la fuga del mundo.
En las sociedades tradicionales, la adolescencia era un estado crítico y estaba protegido por ritos de pasaje específicos que tenían la función de evitar las “crisis de la presencia”, tal como las llamaba Ernesto De Martino y, retomando nuestra terminología de Pichon- Rivière, cuando el esquema conceptual, referencial y operativo (E.C.R.O.), la forma en movimiento, la gestalt gestaltung en la cual vuelve a insertarse la experiencia de la vida cotidiana, es sometido a un cambio para permitir la elaboración de nuestras experiencias, entonces adviene la crisis de la presencia, emergen las ansiedades de base: ansiedad depresiva en primer lugar, y ansiedades persecutorias y confusionales.
En esta fase de cambio está la búsqueda de un grupo que pueda permitir la elaboración de un nuevo esquema conceptual: el grupo de los amigos.
Pero, como decíamos, en las sociedades tradicionales la adolescencia era un imaginario social que significaba pasaje de la infancia a una cierta edad adulta, y se celebraba con ritos colectivos de iniciación.
Por ejemplo, entre los indios guaraníes de Sud América, la iniciación hacia la edad adulta se caracterizaba mediante la ingestión de un brebaje compuesto por Ayahuasca, una sustancia que produce potentes alucinaciones zoomórficas. Los jóvenes debían descubrir su “animal guía”, que los habría hecho transitar hacia la otra edad sin perder el alma.
Rituales similares son los que prevén el alejamiento de la tribu, el ayuno, al punto de auto-provocarse alucinaciones auditivas o visuales o con la ingesta de sustancias o con pruebas de resistencia al dolor, heridas rituales, escoriaciones, etc.
Esta protección ritual ha desaparecido y hoy asistimos a su retorno bajo formas de prácticas metropolitanas mecánicas, que ya no responden al significado imaginario social compartido, sino que significan dilatarse en el tiempo y en el espacio de la condición social de una adolescencia perenne que ya no constituye el pasaje hacia otra condición, sino que es condición en sí misma. Estado mental de permanente búsqueda, incumplimiento, ser que deviene, tal como los “prigioni” de Miguel Ángel, incompletos que luchan para salir del mármol, el que trata de reducirlos a una forma informe, a una materia prima donde aún todo es posible.
La adolescencia pensada y concebida así, es como el templo de Jaina de Adinath en Rankapur: tiene 1.444 columnas, donde solo una está torcida, porque la perfección no es del hombre.
Es así que la adolescencia es la consciencia de lo incumplido, la apertura al otro y a las posibilidades, la búsqueda continua de un horizonte.
Sin embargo la progresiva desaparición de los contenedores grupales y de las formas rituales que organizan la adolescencia, ha incidido en la emergencia de comportamientos destructivos y en la presencia de formas de violencia sin objetivo, que caracterizan el modo de vida de quien tiene un modelo social individualista cerrado en una sola dimensión temporal: el presente.
Esta forma de vida que prospera en nuestra contemporaneidad es puntiforme, digital, llena de pasado y de futuro, se actuará en la noche o en el día sin una trayectoria previsible, tal como una partícula elemental es atraída por los campos de fuerza, por atrayentes extraños que pueden transformar en un momento el trayecto de una vida. De ciclista a cocainómano, de ratero a rapero, de estudiante a asesino serial, tal como nos lo muestra la película Elephant.
La pulverización de los recorridos vitales es la consecuencia de la instauración de significados imaginarios sociales que exaltan al individuo absoluto, es decir, desligado de toda ligazón al otro.
El individuo absoluto es el nuevo modelo, un modelo que apela a otras construcciones imaginarias, a otras respuestas identitarias que vuelven a proponer narraciones míticas basadas en ideologías regresivas y fundamentalistas.
Se escucha proponer de nuevo, contra el individuo absoluto, la comunidad de sangre de la cual hablaba Tonnies. La Gemeineschaft, como si se pudiera volver a una mítica tierra madre, a la Urkultur, la cultura de origen.
No hay ningún origen, sólo es un mito regresivo y peligroso, no hay ninguna civilización de pertenencia originaria, cual fundamento que habría que defender y al cual habría que volver.
Pero, ¿cuál fundamento? Somos todos sin fundamento, somos nosotros los que producimos nuestra cultura, no hay ningún adulto; ni en el futuro ni en el pasado. Nosotros somos quienes producimos nuestros adultos históricamente determinados.
Pero en esta situación, con la progresiva disolución de los grupos primarios y secundarios, y con la emergencia del individuo absoluto, quedamos a merced de respuestas violentas y agresivas sin motivo alguno. Estas agresiones demuestran la prevalencia de la psicopatía, es decir, el dominio de la acción sin pensamiento.
Es este el efecto de la digitalización de la vida, de la desaparición de los proyectos que tienen forma analógica y no digital, y de la fragmentación y culpabilización de cualquier grupo operativo.
¿Qué es pues un grupo operativo en la adolescencia?
Es una de las formas de resistencia al dominio del significado imaginario social individualista, es una manera de producir lazos y vínculos laterales y de producir metas. Tan solo metas y tareas claras pueden convocar a los grupos operativos, estos son los objetivos que producen un nuevo significado imaginario social.
Traeré como ejemplo un antiguo grupo operativo que se dio en una escuela profesional hace 15 años. Se trataba de un grupo de 16 jóvenes, entre 14 y 16 años. La consigna o tarea manifiesta del grupo era la de elegir los cursos que los muchachos habrían tenido que hacer al final del período de orientación, que preveía una rotación entre 4 actividades profesionales.
El grupo tenía que discutir acerca de estas experiencias y luego elegir.
El setting grupal, de una hora y media, con un coordinador y con sillas dispuestas en círculo, es notado inmediatamente por la institución escolar como un cuerpo extraño. El espacio sin bancos es advertido como algo que no se sabe muy bien qué es: no es la clase, pero tampoco es el recreo.
En medio a una agitación, un movimiento continuo, un murmullo de fondo que sirve para disminuir la ansiedad ante lo nuevo, comienzan a aparecer interrogantes acerca de qué sería ese espacio extraño en el cual “el profesor” no habla, sino que está sentado y escucha sin poner notas.
Alguien dice: – “Yo casi nunca voy a la discoteca”
Como si ese espacio pudiese ser el espacio de una disco imaginaria, un grupo para divertirse.
Junto con esto está el pedido de que el coordinador del grupo organice y defina el espacio, hay la búsqueda de un jefe, de un algo que remita todo a la dimensión instituida de la escuela, en la cual no hay alboroto, se deposita en el coordinador el rol del profesor “que no deja que vuele una mosca”.
Alguien dice que hay alboroto porque el profesor no habla.
“Por supuesto, hablan los demás”.
Si los demás hablan, no está el orden de la clase, en la cual habla sólo uno, sino que el hablar entre muchos es el cambio, es el paso al espacio del grupo, a la multitud que permite la co-presencia de muchos otros en la discusión.
Este cambio en el esquema de referencia conceptual y operativo produce desconcierto, ansiedad, que se expresa en el comportamiento.
A medida que continúan las sesiones y avanza el proceso grupal, se puede observar que la ansiedad en el grupo no se produce por la situación grupal sino por la consigna: el grupo, discutiendo, toma conciencia de que la elección entre un curso que tiende a lo profesional y otro, resulta ser doblemente frustrante.
Alguien dice: “Yo no quiero ser obrero de verano”
Este futuro que colapsa sobre el presente deviene muy ansiógeno, e intentan depositar en un integrante del grupo la elección del perfil profesional que nadie quiere desempeñar.
Otro dice: “Es la ley del más fuerte”, señalando de esta manera el conflicto central del grupo.
Ellos no tienen futuro y son marginados porque no son fuertes y, a su vez, de entre ellos marginarán a alguien, que entonces será el chivo expiatorio.
Pareciera ser que el código del grupo fuese la ley del más fuerte.
En las sesiones siguientes continúa este modo de enfrentar la tarea, es decir el de obligar al “más débil” a elegir el curso que nadie quiere hacer.
No obstante, en un momento determinado, se hace consciente que descargar en un miembro del grupo toda la tensión y sacrificarlo, no forma parte de la manera de pensar de ellos, si bien siguen razonando sobre líneas individuales:
“Lo importante es que me califique”, dice uno.
También comienza a hacerse consciente de que no se puede obligar a una persona en contra de su voluntad, existen diversas elecciones, existe la libertad.
“Profesor, ¿acaso usted ha visto que toda la gente mire un solo canal de televisión?
Esta toma de consciencia genera una fuerte ansiedad. No saben qué hacer, no saben ni qué elegir ni cómo elegir. Se sienten entrampados. Toda la rabia bloquea el pensamiento y se transforma en agitación: se rompe un vidrio de la puerta.
Como si quisiesen salir del aula, pero también de la situación angustiosa. La actuación, como siempre es un obstáculo para el trabajo del grupo: transforma la palabra, el pensamiento, en acción; produce una descarga de tensión, sin que a ello le siga una toma de consciencia.
También el coordinador es acusado de ser causante de la división entre los miembros del grupo. La ansiedad paranoide invade al grupo.
Sin embargo, en las últimas sesiones, el grupo, trabajando en la tarea, toma consciencia de que el coordinador no mantiene el orden del grupo, y que tampoco es un manipulador que subterráneamente tiende a dividir a los integrantes.
“Date cuenta que no es él quien nos divide”
Han hecho consciente de que hay un perfil profesional que a nadie le interesa, y que nadie debe sentirse obligado a tomarlo a la fuerza.
“Es un trabajo que no me interesa”.
Dicho lo cual salieron antes de la hora institucional y no quisieron elegir por la institución.
De hecho, al final del grupo, yo también comprendí que la tarea institucional divergía de la tarea del grupo.
La institución quería que los adolescentes decidiesen entre ellos mismos quién debía ir a los cursos, sabiendo bien que, por lo menos, había un curso que a nadie le interesaba, pero que había que hacerlo para sostener a la institución misma.
El grupo en cambio, tenía como tarea la producción de su propio futuro y la construcción de un proyecto colectivo.
Este grupo construyó su propio futuro creándose la experiencia de no haberse dividido y no aceptando elegir lo que la institución o el mundo de los adultos decía que había que elegir.
Este es un ejemplo de producción de un significado imaginario social grupal.
Nuestra tarea es construir una colección de ejemplos que den muestra de cómo se construye un significado imaginario social grupal, este es nuestro paradigma, que, como dice Khun, en la Estructura de las revoluciones científicas, se contrapone a la colección de ejemplos que se nos presenta constantemente desde el paradigma basado en el significado imaginario social individual.
Los grupos operativos son pequeños, no son muchos, pero excavan sus galerías, y llegará el día en el cual harán caer la entera armazón amenazante y, por cierto, en un tiempo alguien dirá: “bien excavado, viejo topo”.
Bibliografía:
Cornelius Castoriadis – La institución imaginaria de la sociedad- Boringhieri.
Deleuze-Guattari – Millepiani– Castelvecchi
Antonio Negri, Michael Hardt – Moltitudine– Rizzoli
Zigfrid Bauman – Modernità Liquida– laterza
Enrique Pichon-Rivière –Il proceso gruppale; Borla
Armando Bauleo – Psicoanalisi e gruppalità; Borla
Georges Lapassade –Il mito dell’adulto; Ed. Guaraldi
Leonardo Montecchi-Introduzione alla concezione operativa di grupo; http://www.Psycomedia.it
Traducción del italiano: Marcella Chiarappa