(Zurich)[1]
(Traducido por Marcela Chiarappa)
En febrero de 1992 se organizó en Zurich, un post-congreso del C.I.R. Es decir, de la organización que se disolvió con ocasión del congreso de Rimini. Era una ocasión para los colegas latino-americanos, españoles italianos y suizos para tomar conocimiento e intercambiar sus pensamientos científicos. Una periodista psicoanalista publicó una síntesis en la Neue Zürcher Zeitung.
Desde entonces, hemos sido lentos en Zurich, y siempre lo somos, en darnos una organización para ocuparnos de los grupos operativos. Una organización tal concierne a aquellos que utilizan el concepto operativo en su práctica profesional y en su pensamiento.
No es sino en el mes de Enero de ese año 2006, que la organización AGOG (Arbeitsgemeinschaft Operative Gruppen) votó finalmente y aprobó un reglamento de formación para los futuros coordinadores de grupos operativos.
Hasta entonces, la formación se hacía en el marco de un contrato privado entre el equipo y los miembros del grupo en formación. La organización AGOG, que es una asociación como un club de cantantes o jugadores de tenis, se había pronunciado favorablemente a que los equipos que se habían comprometido con los grupos de formación tomasen la responsabilidad de formar coordinadores de grupo. Es esta misma práctica la que ahora está reglamentada por escrito. Existe una lista de nombres de aquellos que han hecho la formación y aquellos que son autorizados a supervisar trabajos con grupos operativos y servir como equipos para grupos de formación. De estos grupos de formación advienen miembros del AGOG.
Se supone en principio que los miembros del AGOG tienen una práctica que está basada en los conceptos operativos de grupo. Pero, en verdad, no todos trabajan con grupos. Ya sea porque tienen una práctica psicoanalítica esencialmente para casos de tratamiento individual o bien, un trabajo en una institución en la cual no tienen la autorización o el coraje necesario para aplicar la técnica operativa, no tienen la posibilidad de hacer experiencias con la técnica operativa de grupo. Esto tiene como resultado que el número de personas que aplican y desarrollan realmente la técnica operativa resulte relativamente restringido.
Lo que se hace aproximadamente en base al modelo “ideal” del grupo operativo, es la formación de los futuros coordinadores de grupo y, por la misma vía, de los futuros miembros del AGOG. Es así como se reproduce una situación análoga a la de los psicoanalistas de la IPA. El setting analítico “ideal” ya no se aplica sino para los candidatos. En la práctica diaria los analistas hacen psicoterapias psicoanalíticas reembolsadas por las Cajas de Seguro de salud, por lo menos, es el caso de Suiza y de Alemania, con una frecuencia de sesiones entre una y tres horas por semana. Las nuevas ideologías nos proveen una racionalización que justifican variaciones del setting psicoanalítico para la patología del paciente según el DSM4 o ICD10 (CIM en francés). (A mi parecer hay una buena porción de pensamiento mágico en la creencia de que la psicoterapia pueda adaptarse técnicamente a los disturbios manifiestos).
Esta situación tiene como consecuencia una preocupación compartida por un gran número de colegas de que la “buena práctica” no se pierda por las adaptaciones oportunistas, lo que traería como consecuencia ulterior la decadencia del paradigma analítico y operativo del grupo.
Se puede, en el caso de Zürich, hablar de una tradición centenaria de la adaptación oportunista del paradigma psicoanalítico. La escuela junguiana es el ejemplo más conocido. En los años 60, el pequeño grupo de los miembros de la IPA en Zürich conoció un crecimiento considerable que duró hasta 1976, momento de la ruptura que excluyó el seminario psicoanalítico de la sociedad psicoanalitica suiza. Esta última se había rehusado a mantener en sus lugares un seminario con tendencias hacia la autogestión.
En los años que siguieron al congreso de la IPA en Roma, en 1969, el seminario de Zürich tenía una fracción que era la “plataforma”. Se intentó, en las reuniones regulares de la plataforma, estudiar la relación entre marxismo y psicoanálisis. Fue durante esas reuniones cuando se hizo sentir la necesidad de una mejor coordinación, y puesto que en Roma hubo el encuentro de los de los de Zürich con los argentinos en el marco de la contestación que se manifestaba en el contra-congreso, conocimos a Armando Bauleo y al cabo de los esfuerzos, sobre todo de Regula Schiess y Elisabeth von Salis, hubo, en 1980, la constitución de un primer grupo de aprendizaje con Armando.
Con la introducción de las formaciones de grupo por Armando Bauleo y al mismo tiempo por los foulkianos, se produjo una nueva separación entre psicoanalistas del seminario de Zürich. Esta separación fue silenciosa hasta el momento en que una discusión publicada en el “journal” seminario psicoanalítico de Zürich, en 2005, levantó la pregunta de por qué los grupalistas no hacían su formación en el marco del seminario. En ese momento se pudo precisar que las formaciones de grupo se hacían en analogía con la formación psicoanalítica por vía contrato privado entre el grupo y el equipo de coordinadores, tal como es el caso entre analista y candidato. Muy recientemente hay un intento, en el seminario, de apelar al grupo operativo para intervenir en la formación de post-grado de los psicoterapeutas psicoanalíticos, a continuación de la reglamentación oficial de esta última.
No es sino bajo la amenaza de no reconocer ya las terapias psicoanalíticas de larga duración que las escuelas y las fracciones se reúnen en pro del combate político para salvaguardar la psicoterapia llamada profunda (Tiefenspsychologie).
Es pues, la situación de amenaza de extinción la que constriñe a los colegas a salir de sus capillas para reunirse con el objeto de encontrar una estrategia común para transmitir sus ideas y prácticas en una sociedad obsesionada por la idea de la falta de recursos económicos.
Los dispositivos analíticos, tales como el psicoanálisis propiamente dicho, la psicoterapia individual, el análisis de grupo, el grupo operativo y el análisis institucional, pueden servir tanto como una defensa contra el auto-análisis así como un complemento de este.
El abuso hecho por el individuo de las sociedades de todo tipo y de los grupos bajo la forma del actuar su transferencia por juegos de poder en la colectividad, testimonia la falta o la debilidad del auto-análisis y más precisamente, de la defensa en contra de él.
¿Cómo pensar esto en los términos y conceptos operativos?
Uno se preguntará cómo el grupo interno, latente, se manifiesta en el grupo manifiesto actual, y qué juego interactivo es responsable de la producción de un efecto “falta de auto-análisis”, efecto que puede manifestarse por un desconocimiento de la situación grupal e institucional en la cual uno se encuentra. Esta situación puede ser la del setting grupal operativo, cuyo encuadre permite interpretar los factores latentes, o bien otra situación, como aquella de una sesión de un consejo ejecutivo, en la cual es imposible interpretar.
Sería interesante entonces, ver cuál es la situación de la supervisión, como por ejemplo, la de un equipo de salud en un hospital psiquiátrico o en una residencia de estudiantes o también en una escuela.
Las experiencias de las cuales tengo conocimiento muestran que el setting operativo produce efectos de estallido de las jerarquías. Esto lleva a reacciones a menudo violentas de parte de las personas que mantienen una posición de poder en la jerarquía formal de la institución en la cual tiene lugar esta supervisión. Esta reacción puede manifestarse como sabotaje que manifiestamente se produce en el grupo supervisado o bien por entradas forzadas de personas que no pertenecen al grupo pero que ejercen una función de médico o cuidador, por lo tanto, emisarios de la dirección de la institución.
Marie Langer, Janine Puget y Eduardo Teper publicaron, en 1964, en el Interational Journal of Psychoanalysis, un artículo sobre su experiencia y experimentación en la Asociación argentina de psicoanálisis en el ámbito de la formación y transmisión del psicoanálisis.
Tomo una frase fuera de contexto y la traduzco: “El hecho de que el que enseña psicoanálisis debe ser él mismo psicoanalista no lo habilita automáticamente para la tarea de la enseñanza, puesto que enseñar y curar son dos vocaciones que no tienen en común más que un número reducido de elementos”.
El concepto operativo de grupo conoce la convergencia de los tres factores: aprendizaje, cura e investigación en un solo proceso. El resultado del proceso sería la formación, la cura y el conocimiento. Ya se sabe que esta tríada era un postulado freudiano. En el trabajo de Langer y colaboradores se procede a una separación del aprendizaje y de la cura. Supongo que es el fruto de la larga experiencia del trabajo en la institución de formación psicoanalítica lo que ha contribuido a relevarlo así. El hecho que los autores de este artículo no insisten sobre la investigación como proceso integrado en la cura psicoanalítica y en la formación podría tener que ver con una diferenciación más osada de lo que es “investigación” en el sentido “académico”, por lo tanto sancionada por la institución universitaria, y “investigación” en el sentido que evoca Freud en el caso Juanito, cuando habla del “pequeño investigador” que se embarca en la aventura de la conquista de un saber acerca de la sexualidad.
En el concepto operativo del grupo, la “investigación” es ubicada más cerca de Juanito que del Alma Mater universitaria. Se trata-en el grupo- de una investigación previa a la institucionalización, de una búsqueda de sentido en la verticalidad de la historia individual y el entrecruzamiento con la horizontalidad del momento grupal presente. El equipo de coordinación del grupo tiene la tarea de interpretar la latencia grupal.
¿Acaso la competencia que autoriza a los coordinadores-observadores deberá extraer la legitimidad de una formación psicoanalítica, o se trata, en el caso de la coordinación de grupos, de una profesión diferente? ¿Hay que pedirle entonces a los coordinadores de grupo una formación psicoanalítica completa?
El debate iniciado en Zürich con ocasión de la reglamentación de la formación de los coordinadores de grupos operativos se centra sobre esta cuestión.
En el curso de los años, algunas reuniones conocieron el dispositivo de grupos coordinados para elaborar temas diversos. Se manifestó una oposición en contra de este proceder, avanzando el argumento de que era indeseable que en un grupo tal hubiese formadores y candidatos en formación en el mismo rol de miembros de grupo.
Marie Langer y colaboradores observan (en el artículo citado) que en el grupo de los analistas se temía que la comunicación facilitada con el mundo externo pusiese en peligro el patrimonio analítico al exponerlo a la influencia de otras disciplinas que pudiesen absorberlo o contaminarlo (p.569). Es interesante señalar que en la época de las reuniones del AGOG había sociólogos en el comité de dirección.
Langer y col. Discuten la cuestión de las ventajas respectivas de grupos de estudiantes mezclados u homogéneos en lo que concierne a sus preferencias ideológicas. Los autores constatan que un inconveniente del grupo homogéneo era que el candidato estaba menos en condiciones de ampliar y profundizarse saber integrando nuevos elementos a su conocimiento teórico, y que era difícil desarrollar un yo crítico capaz de reconocer y aprender lo nuevo. Además, la homogeneidad hacía obstáculo a la capacidad de comprensión y de comunicación entre los grupos así como a su independencia.
No puedo dar cuenta de todo el trabajo descrito en el artículo citado. Basta relevar que la experiencia informada ha sido hecha por grupos de estudiantes avanzados que beneficiaron equipos mixtos de educadores, miembros del APA y candidatos.
Ellos trabajaron (enseñaron) la teoría de la técnica sobre la base de diferentes autores, tales como Racker, Menninger, Kris, Loewenstein, Klein y Hartmann.
En sus conclusiones, los autores recomiendan que debe prestársele mucha atención a las contradicciones entre los estudiantes, a los estereotipos, a las tensiones extremas, a las transferencias, a las actuaciones transferenciales, a la dependencia de los candidatos y a otros factores interpersonales.
Si no se trabajan en forma adecuada estas dificultades, estas terminarán por obstaculizar el proceso de aprendizaje y reforzarán las defensas.
Me parece interesante notar que en el congreso de la IPA en Brasil, el año pasado, se realizó un panel acerca de las mismas preguntas, en el cual participó como supervisora Janine Puget (co-autora del artículo de 1964, informado más arriba). El investigador principal del trabajo informado en ese panel, Andrea R.Q. de Pereira, dice en la discusión que la investigación acerca de las opiniones y los pensamientos de los candidatos es algo nuevo, mientras que la atribución de las opiniones de los candidatos sobre su formación a los factores inconscientes, regresivos, ya había sido investigada- Esta observación y otras hechas por los participantes en el panel, muestra que la historia parece repetirse o detenerse. Hay estereotipias cuando se trata de la formación y transmisión de lo que llamamos “análisis”. La ironía contenida en el título del panel- traduzco: “¿Acaso las diferencias culturales influyen en la formación o es que todos los analistas, a través de las culturas, han sido formados de la misma manera?”- es quizás una ironía involuntaria. Pero por muy inocente que ella aparezca, esta pregunta apunta al estereotipo que intentamos superar mediante nuestros esfuerzos por aplicar dispositivos que permitan la interpretación de la latencia grupal, institucional e individual.
Dirección del autor:
Dr. Med. Thomas von Salis
Facharzt für Zinder-und Jugendpsychiatrie
Und Psychotherapie
Postfach 51, CH-8702 Zollikon-Station, Schweiz
Traducido del francés por Marcela Chiarappa
- Comunidad de trabajo de Grupo Operativo. ↑