1.- 2010: Hechos del año
Está culminando la celebración del bicentenario y el país ha vivido un tiempo tan cargado de acontecimientos que pareciera que se nos anticipaba la celebración de los 200 años de independencia cuando en enero de este año nos convertíamos en el primer miembro pleno de la OCDE en Sudamérica y segundo en Latinoamérica, así se divisaba un 2010 tan entusiasta y festivo que se nos olvidaba la previsión y vigilia sobre los sucesos naturales tan típicos de nuestra “identidad geográfica”. De esta manera y sin previo aviso, la madrugada del 27 de febrero la madretierra nos estremeció con uno de los terremotos más grande de la historia sumado al posterior maremoto, con el consecuente costo humano, social y económico.
Luego del estruendo inesperado de la naturaleza otro acontecimiento removía al país; por segunda vez en la historia de Chile el 11 de marzo la derecha asumía el gobierno de manera democrática. Todo un desafío para este conglomerado después de casi dos décadas de Concertación.
Posteriormente, la huelga de los mapuches nos ha hecho meditar sobre lo que significa coexistir con una etnia que ha vivido en esta parte del mundo mucho antes que fuésemos chilenos y donde su cosmovisión de la realidad (la manera en que configuran y otorgan valores a las cosas) es completamente distinta a la nuestra.
Finalmente, al iniciar el mes de agosto el hundimiento de la mina de San José con 33 mineros en su interior puso a todo el país y al mundo entero en espera del desenlace que felizmente alegró a todo el planeta.
2.- Interpretación de los hechos
¿Cómo estos acontecimientos naturales y sociales hablan de nuestra identidad?. Es cierto que se podría escribir mucho sobre cada uno de los hechos presentados, por ello, ofrecemos una pequeña interpretación de alguno de estos sucesos para que nos ayuden a profundizar sobre nuestra identidad.
Una vez más el terremoto nos ha recordado que hay que caminar concientes de la vida y de la historia para no olvidar que este país es “una orilla del mundo”: con volcanes por un lado, terremotos y maremotos por el otro. De esta manera, es fácil discernir que la construcción de subjetividad social que está a la base del imaginario social, tiene que ver con un país donde los “pisos” –ya no sólo geográficos- de cada uno y de cada grupo se mueven constantemente: ¿cuántas veces se le “mueve el piso” a una persona durante el año? y en consecuencia, ¿cómo responde y/o actúa frente a esos temblores internos?, más aun: ¿ha habido situaciones o acontecimientos este año que hayan remecido con fuerza la vida?, tal vez ¿algún vínculo roto o fragilizado?, ¿Algún enojo sorpresivo? ¿Alguna noticia positiva o negativa que cambió algo de su propia “geografía”?.
Por otra parte, sorprendió con alarma observar a muchas personas que trataron de tomar ventaja a partir de la desgracia de un país. Todos apreciamos como muchos chilenos saquearon sin control tiendas y supermercados tal vez producto de la desesperación y/o de beneficiarse del dicho “la ocasión hace al ladrón” . Pero más grave aún fue percibir como en muchos supermercados de Santiago, se desabastecían los pasillos donde se ofertan los productos para la venta. Lo impactante fue que el desabastecimiento (más bien saqueo) fue llevado a cabo con poder adquisitivo, es decir, con dinero y/o con tarjeta de crédito.
En consecuencia, mientras que al sur de Santiago la gente saqueaba sin control, en la capital del país se producía otra forma de saqueo, sólo con la diferencia (o in diferencia!!) que se podía “pagar” por desabastecer.
¿Qué nos dice este hecho sobre la identidad de los chilenos?. Se podría decir que frente a situaciones tan inesperadas e inciertas emerge desde lo más hondo un aspecto –entre tantos- de la identidad quedando develada una sociedad que no puede “ver” al otro como sujeto social, más bien se tiende a la anulación de la persona cada vez que se acapara para sí, es decir, cuando ve una oportunidad de tomar “una tajada”. Sin duda los saqueos fueron catalizadores sociales, síntomas que expresan lo que hay en el fondo de la cultura en un tiempo particular de la historia.
De la misma manera sucede con el Pueblo Mapuche, pareciera que al cumplir doscientos años no hemos logramos “leer” sus códigos, más bien interpretamos su identidad con nuestros propios prismas. Es probable que no hayamos logrado deducir que cuando ellos se refieren a la Tierra está en juego su propia identidad (Mapuche= gente de la tierra) en sus códigos su “ser” brota desde las entrañas de la Madre Tierra, ellos “son (su esencia) de la tierra”. por ello, sus luchas hay que comprenderlas desde una identidad ligada inevitablemente a la Tierra (Ñuke Mapu). De hecho sus saludos son siempre Mari mari peñi: hola hermano. Se saluda a toda la gente tratándolos como hermanos, ¿Por qué? Simple, porque todos son hijos de una misma madre!. El mapudungun significa “el hablar de la Tierra” en el lenguaje de la Ñuke Mapu.
Y nosotros Chilenos, ¿qué nos arraiga, nos ancla y nos enraíza identitariamente?. Si bien es cierto, cada sociedad importa a través de su historia ciertas tradiciones resulta curioso constatar como en las últimas décadas la globalización a distorsionado nuestra identidad.
Es cierto que tenemos nuestras propias costumbres y nuestros personajes célebres (Eloísa Díaz Insunza, Gabriela Mistral, Santa Teresa de Los Andes, Pablo Neruda, etc.), pero también son muchas las costumbres que se han internalizado o importando como por ejemplo: Halloween , Fifteen Party, Oktoberfest, etc, las que se viven y celebran como si fueran propias.
La identidad nos ayuda a dar cuenta o a tener noción de sí mismo y de los demás (en este caso, la nación o la patria). Lo identitario tiene relación con la historia, vale decir, la identidad se construye a partir de experiencias y costumbres que se van arraigando, por lo tanto, todo lo que hacemos como chilenos “habla” –actualiza- algo de nuestra identidad porque lo identitario no es estático, es una construcción social, cultural e histórica, lo que resulta bastante esperanzador, puesto que si la identidad es dinámica, nos da espacio y tiempo para re-crearla cada vez que establecemos contacto con los vínculos y lugares que habitamos.
Entonces, ¿qué es ser chileno?, somos lo que hemos construido y lo que podemos construir en comunión (común unión). Hacemos y recreamos ligazones consistentes de identidad cuando no sólo vemos sino que miramos a la otra persona como un igual, otorgándole un lugar social; cuando somos capaces de dar el asiento en el metro o cuando nos atrevemos a dejar las apatías y saludar al vecino; cuando lo solidario tiene más de “27 horas de amor” por una vez al año.
En definitiva, vamos construyendo una nación madura y con identidad propia cada vez que no surge la necesidad de conducir el automóvil con celulares de madera revelando una identidad ilusoria. O cuando no se necesita hacer paseos en los supermercados con los carros llenos que luego se dejan abandonados.
Una nación con identidad requiere de celebraciones bicentenarias, pero también de acciones visionarias en donde se puedan proyectar acciones corresponsables. Tal vez de esta manera se podrá caminar otros cien años, sin ser la Capital más estresada del orbe y en una de esas se transformarán las grandes cadenas farmacéuticas en librerías y cafés literarios junto a lugares de esparcimientos recreativos.